La Junta de Andalucía ha licitado hace poco la adecuación del entorno del C-4, que incluye la integración in loco de algunos restos arqueológicos del arrabal de Saqundah. In loco significa en la misma zona en que fueron hallados, pero no en su ubicación original (se contrapone así a in situ , que respeta absolutamente la localización del hallazgo). Implica por tanto un desplazamiento --siempre cuestionable--, que en el caso aludido supone además un ejemplo prototípico de cómo matar moscas a cañonazos, un gasto añadido a las maltrechas arcas del contribuyente tan poco justificable como el que se ha hecho para el mercado "romano" y su turbador pan y circo de barro, plaza de toros portátil, cartón piedra y testosterona. ¿Llegará un día en el que Córdoba entienda de verdad que la Arqueología es otra cosa? Créese en el C-4 un centro de interpretación del arrabal; proyéctese al mundo como el símbolo universal de libertad y lucha contra la tiranía que en realidad es, y cúbranse de nuevo, con las obligadas cautelas, sus maltratados despojos, en lugar de extraerlos y colocarlos fuera de contexto, a costa, falazmente, de cientos de miles de euros.

El gran problema de las integraciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en solares dispersos por toda Córdoba (con independencia de su entidad, su propiedad o la época a la que pertenezcan) ha sido la falta de criterios de conjunto, de sostenibilidad y de futuro. Son restos desestructurados, descoordinados, inconexos, carentes de señalización unificada, descontextualizados y por tanto ininteligibles e inútiles para la comprensión global del gran yacimiento urbano. A pesar del Plan General de Ordenación Urbana de 2001, en cuyo marco se inserta la Carta Arqueológica de Córdoba y una nueva normativa consensuada con Cultura de la Junta que cambió por completo la forma de intervención en la ciudad, la carencia de un plan estratégico a largo plazo, que habría permitido multiplicar recursos desde los puntos de vista patrimonial, histórico y económico, es la causa de que a día de hoy el tejido arqueológico soterrado de la ciudad antigua, no siempre in situ y en su mayor parte inaccesible, pase completamente desapercibido, con la consiguiente pérdida de potencial. Nos hallamos ante un caso paradigmático de lo que Patricia Monzo denomina efecto sótano (o párking), que ella califica con cierta ironía de broma consentida. Dada, en consecuencia, su falta de retorno social, su nulo aporte a la herencia colectiva o las señas de identidad como grupo, tales actuaciones son sólo una forma falaz de acallar conciencias, incluso de despilfarro; con mayor contundencia en el caso de aquéllas que se siguen abordando hoy, cuando nuestro nivel de conocimiento sobre las relaciones entre ciudad histórica y patrimonio se ha incrementado respecto a los años del desarrollismo.

Reconozco las dificultades que ofrecerían en Córdoba proyectos de recuperación emblemáticos como el del teatro romano de Málaga, por sólo poner un ejemplo, pero sí que cabe exigir de cara al futuro un proyecto único de rentabilización de recursos en el que prime a la hora de canalizar las inversiones el criterio histórico sobre el monumental (o, en el mejor de los casos, un equilibrio simbiótico entre ambos), conforme al principio minimalista de menos es más. Mientras tanto, sólo un plan riguroso y suscrito por todos los agentes intervinientes de musealización de los vestigios que ya tenemos, acompañado de la preceptiva investigación y de medidas normativas mucho más restrictivas en cuanto a la afección del subsuelo urbano, contribuirían en alguna medida a paliar el desastre, acercándonos así a ciudades modélicas al respecto como Barcelona, Tarragona, Zaragoza, Alcalá de Henares y, muy especialmente, Mérida. Es preciso señalizar, facilitar el acceso, crear rutas temáticas y cronológicas que permitan ofrecer a la ciudadanía un discurso integral y coherente sobre el gran yacimiento cordubense, una herramienta educativa y turística de primer orden que, sin duda, enriquecería nuestra oferta patrimonial. De lo contrario, tales integraciones seguirán provocando el efecto contrario, lanzando a la sociedad un mensaje de abandono y falta de utilidad que da la razón a los detractores de la arqueología. Tras años de excavaciones desaforadas, es tiempo de estudio, imprescindible para incrementar nuestro conocimiento sobre la ciudad antigua y su evolución en el tiempo, pero también de aprovechar culturalmente lo poco que hemos dejado. Córdoba es mucho más que la Mezquita o el templo romano.

* Catedrático de Arqueología UCO