Uno de los aspectos de la política monetaria que más valoran los mercados financieros es la previsibilidad. Por eso se ha buscado por diversas vías la manera de garantizar la independencia de los bancos centrales. No siempre se consigue, porque el precio del dinero acostumbra a ser un caramelo muy apetitoso para los gobiernos. Ayer, vimos un ejemplo de independencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed). Pese al abrupto cambio en la presidencia del país, Janet Yellen siguió con el plan previsto y aumentó los tipos de interés un cuarto de punto hasta dejarlos entre el 0,75 y el 1 %. Las reglas de la institución así lo marcan. Si la inflación está controlada y el paro por debajo del 7 % no hay motivo para seguir con la política monetaria expansiva que ha permitido a los estados Unidos salir de la crisis económica del 2008. Toca enfriar la economía para evitar nuevas burbujas. La decisión de la Fed presiona al Banco Central Europeo para que a medio plazo también siga este camino aunque hay que recordar que Mario Draghi, atenazado por los gobiernos del norte de Europa, aplicó más tarde las medidas expansivas que ahora retira la Fed. La gran diferencia es que el BCE solo está comprometido con la inflación y no con el empleo. Un aspecto nada menor que convierte a los Estados Unidos en una administración, en este punto, con más sensibilidad social que la europea.