Cincuenta y seis mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en lo que llevamos del año 2015. Y la suma sigue, y se mira hacia otro lado. Es indignante que el número de mujeres asesinadas por sus compañeros, maridos, exmaridos, novios, etc., se mantenga invariable durante tantísimos años. Vemos cómo ha quedado demostrado que los planes, programas, medidas y leyes puestas en marcha por los diferentes gobiernos a lo largo de más de una década no han logrado detener estos crímenes.

Hacer que, en el asesino de mujeres, recaiga de forma implacable el peso de la ley es una exigencia de la ciudadanía, pero con esto no basta: los asesinatos de mujeres hay que lograr erradicarlos ya. Hay que considerar prioritaria la acción para acabar, de una vez por todas, con esta situación, desde el Gobierno central, desde el autonómico, desde los ayuntamientos, en definitiva, desde todos los poderes públicos. Un plan global de actuación de obligado cumplimiento para todas las instancias implicadas en su desarrollo.

Un plan de acción así es lo que proponemos desde la Unidad Popular, un plan de choque contra la violencia machista, incluyendo medidas de actuación educativa, prevención y sensibilización (en especial, sensibilización de los jueces y personal de orden público).

Esta acción debe estar centrada en acabar y eliminar el modelo patriarcal imperante en nuestra sociedad desde la antigüedad y que tiene su base en la tradición judeo-cristiana, la cual insiste en los rasgos de superioridad del hombre y la idea de inferioridad y dependencia de las mujeres. Así, esta concepción de la relación hombre-mujer ha justificado, implícitamente, la violencia ejercida sobre las mismas.

Estoy convencida de que este modelo solo se puede erradicar por una actuación sistemática de formación en igualdad en los centros educativos, en las familias, en los medios de comunicación y en la sociedad en general, ya que, para solucionar cualquier problema social, lo primero que hay que hacer es reconocerlo: identificándolo y definiéndolo, y volverlo inadmisible como comportamiento.

Asimismo, la educación pasa también por la reelaboración de la identidad masculina de niños, jóvenes y adultos porque las tendencias de dominación no están inscritas en la naturaleza masculina, sino que se construyen y aprenden en un largo proceso de socialización.

Por todo ello, yo hago una llamada al hombre-profesor, al hombre-padre, al hombre-ciudadano, para que se implique activa y permanentemente en esta labor educativa ya que ellos deben ser los primeros interesados en la erradicación de esta lacra social que los criminaliza a todos por el hecho de pertenecer a la otra mitad de la sociedad.

* Candidata de Unidad Popular--Izquierda Unida por Córdoba

Area de Mujer de IULV-CA Córdoba