En la riada inundatoria que invade hoy la literatura memoriográfica española pocos títulos se muestran acreedores a una lectura reposada. La reciente publicación de los recuerdos del cardenal aragonés D. Fernando Sebastián constituye en tan grisáceo panorama una refulgente excepción. De antiguo y asiduo comercio con las letras, su ágil y pulcra pluma acaba de legar a los historiadores de la España de la segunda mitad del siglo XX una pieza capital para la interpretación y análisis de gran parte de los fenómenos más sobresalientes de su discurrir religioso y social. Precisión, serenidad, valentía son los caracteres más salientes de su relato de hechos y personas, muy abundantes unos y otras en las cuidadas páginas de sus recuerdos, rasgo que los convierte, repetiremos, en un documento ya indispensable en la reconstrucción más ajustada de biografías y vicisitudes del mayor relieve en el itinerario último del catolicismo y la sociedad españoles en el periodo indicado.

La rica experiencia decantada en sus viajes y caminos por todos los cuadrantes de la Iglesia española contemporánea --desde los días del nacionalcatolicismo y los conciliares del Vaticano II hasta la secularización avasalladora y el desnortamiento generalizado de la entrada en el tercer milenio-- presta a sus graves juicios un alto valor testimonial y descriptivo. El antiguo pastor de diócesis y archidiócesis de tan elevada enjundia e importancia de la geografía eclesiástica nacional como León, Granada, Málaga y Pamplona y responsable también de cargos y puestos de la trascendencia como, por ejemplo, la Secretaría de la Conferencia Episcopal, hila sus recuerdos con envidiable talante de mesura y objetividad y auténtica reluctancia a los ataques o incursiones de un ego más operante y activo que nunca, según es harto sabido, en el terreno de la evocación personal y en la narración de subido interés historiográfico. Y, sin embargo, nada más alejado de sus reviviscencias que los tonos irisáceos o lánguidos que imprimen su sello a una porción considerable de los escritos autobiográficos de la grey sacerdotal, en particular, en sus escalones primaciales. En la cumbre casi nonagenaria de su fecunda existencia, la obligación con la verdad se hace inesquivablemente atendible, con la prudencia y la autocrítica siempre a raíz de una pluma honesta e imantada por el servicio ilimitado a los demás.

De ahí, la visión impactante ofrecida en la obra del notable teólogo zaragozano acerca de la andadura anémica del catolicismo español de un siglo XXI ya firmemente adentrado en su milenario pasado. Si en todo o en casi todo de su imagen o realidad es Mons. Sebastián abiertamente crítico con su insustancialidad, resulta serlo singularmente en el plano capital de la cultura. En último extremo, todo proviene o se alimenta de él, y el cardenal español es bien consciente del hecho. Con datos abundantes a la vez que selectivos dibuja un paisaje casi yermo en su aproximación a la creación artística y científica de inspiración católica y trascendente. La relevancia del tema requiere, empero, conforme es obvio, un nuevo artículo para un aproche siquiera sea muy global.

* Catedrático