El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, nos ha descrito con rasgos dramáticos e impresionantes, la pasada Navidad en su diócesis, a la par que nos desea feliz año 2018 para todos. En su mensaje navideño, el obispo paisano ya nos ofrecía un símil entre Belén y Bangassou: «En Belén no había paz cuando llegó Navidad. Por mucho que digan nuestros bellísimos villancicos, las huestes del imperio romano tenían bien encadenada la región, dictaban leyes inmorales, agredían a quienes querían, robaban y mataban en la más completa impunidad. Pero no obstante todo, Dios eligió esa pequeña ciudad de Palestina para que naciera su Hijo. El centro del comos y de la historia nació en una Palestina ocupada. María y José y el Niño en la cuna, eterno misterio y don sin igual de la Encarnación. Igual que Belén, Bangassou vive hoy pisoteada por los rebeldes de la LRA y por los Selekas venidos del Chad y del Sudán. Casi toda la diócesis está también ocupada. Al igual que aquellos romanos, estos agreden, matan, queman poblados enteros y se ufanan de ello, en la más completa impunidad. Además, la mitad de la diócesis está maniatada por los antibalakas, jóvenes locos y chapuceros que dicen luchar contra el yugo Seleka y, por extensión, contra todos los musulmanes, que son decenas de miles». Y luego, tras su mensaje, días más tarde, nos describe cómo fue la Nochebuena y la Navidad: «En un barracón, antigua sala de estudios de los seminaristas, 100 personas ocupan el espacio entre colchones de goma espuma y entre ellas, una joven mujer está pariendo. La comadrona ha improvisado una sábana para aislar la escena, pero los gritos de la parturienta y lo espectacular de un parto ha atraído miradas curiosas y espectadores entrometidos. La madre es primeriza. (...). A la niña recien nacida la querían llamar «Aguirre», pero les dije que ese no era nombre de mujer, ni de musulmana practicante. Pienso en Belén, año cero, en la gruta, en el parto, que los evangelios no describen, pero fue también así, en Jesús bebé recien nacido, en sus pañales, en su llanto, en sus gritos por pasar del útero de María a la tristeza de un establo, a la impunidad de Herodes, a la violencia de los romanos, y, eso sí, más tarde ya mamando, a su sosiego por estar en la ternura de la Sagrada Familia». Impresionantes las descripciones que nos hace el obispo Aguirre, comparando la primera Navidad de la historia, con la Navidad vivida en su diócesis de Bagansoou. Aquilata más adelante, nuevos detalles: «La Sagrada Familia tuvo que huir de los mercenarios romanos, al igual que decenas de miles de la pobre gente de mi pueblo de la diócesis de Bangassou ha tenido que huir, la casa quemada y las manos vacías, a causa de la violencia ciega de los desalmados, se llamen como se llamen. Huir de prisa, huir sin nada, el aliento enfermo y la certeza de haber perdido todo cuanto tenían en este mundo». He querido recoger las palabras del obispo cordobés que inundan de reflexiones urgentes a los creyentes del Primer Mundo. Lo mismo, pasadas las fiestas, caemos en la cuenta de la verdadera Navidad.

* Sacerdote y periodista