Vivimos flotando en una nube de mentiras, inmersos en un lago de verdades degolladas por el eco de un mantra que repiten, día tras día, los mismos de siempre desde el televisor o algún otro medio informativo espurio y rancio siempre en sintonía con quienes desgobiernan la nación. La frase, de tanto oírla, casi agrede y penetra en mis sienes como una lánguida pedrada, "la economía española va viento en popa", arrancando jirones de sombra en mis entrañas y enturbiando la paz, la luz de mi razón. Sí, es posible que en parte sea verdad que la economía marcha viento en popa, pues para algunos --escasos-- ciudadanos, los más ricos y corruptos de esta umbría sociedad al servicio de un capitalismo obsceno, esta época oscura de vacas esqueléticas les sirvió para incrementar su patrimonio a costa del hundimiento y el dolor de la gente más pobre, humilde y desahuciada, el 99% del país. A uno, como ciudadano y habitante de una ciudad hermosa como Córdoba, que ve, día tras día, el hambre y la escasez, las colas del paro, el resplandor de la miseria y la necesidad sobre contenedores abiertos por personas hundidas, decrépitas, arrumbadas, le molesta escuchar que la economía va bien y que la crisis ya se ha superado. La mentira en los últimos tiempos ha camuflado su olor nauseabundo bajo un tono de piedad y ternura viscosas, hilada por las voces más tenebrosas y oscuras de un país que, en los últimos cuatro años, abandonó su apoyo a las clases más desfavorecidas, aumentando su ayuda al monstruo de la Banca, a las grandes fortunas y a las multinacionales que son para ellos la Gloria Nacional.

Llegado a este punto, las preguntas en mí se abren como nueces podridas debajo de un nogal, ¿cómo tienen valor de engañarnos de ese modo? ¿No sienten vergüenza a la hora de decir que la economía va bien y el paro ha descendido? En un canal televisivo, en uno de esos programas en que se mezclan las voces del hoy con los ecos del ayer, un experto en economía destripaba aportando datos reales y fidedignos la insoportable y maléfica mentira que, a diario, nos muestran los salvadores de la patria cuando dicen que el paro en España es anecdótico y la cuota de empleo sigue incrementándose según ellos a un ritmo eufórico y veloz. El economista, no obstante, daba datos absolutamente contrarios a los que aportan los portavoces oscuros del gran Amo, demostrando al final, por ceñirnos a lo esencial, que, de cada diez contratos que hoy se hacen, solo uno de ellos no tiene el marchamo de precario. Por tanto, al final, la realidad se impone: 9 contratos famélicos, roñosos, frente a 1 más firme, más o menos duradero. Esa es, y no otra, la dura realidad que los ciudadanos de a pie vemos a diario. Por eso, ante las palabras y las cifras que ofrecía el honesto economista, algunos de los contertulios intervinientes (grajos pedantes al servicio de la Banca) a su modo intentaban demostrar de malos modos, pronunciando graznidos y frases deleznables, que el economista en cuestión no era imparcial y estaba, por tanto, al servicio de Podemos u otro partido antisistema a favor de la desmembración de esa ancha patria ¿propiedad? de los gerifaltes del Poder. Ellos, los salvapatrias, quienes gritan que ellos son la luz, la verdad y la vida, y que, sin ellos, no hay ningún futuro posible en el país, son quienes han escondido y camuflado un burdo rescate impuesto por la Troika y esa Europa madrastra de dos o tres velocidades que pilota la Merkel con mano dura y cruel.

Un país donde los empresarios piden leyes que permitan el despido libre y, además, abaraten los sueldos y el coste del despido, me parece, sinceramente, un mal país, una umbría nación tendida a los pies del FMI, la Troika siniestra, y el dictamen de un Club Bilderberg cuyo gran objetivo es borrar las clases medias y crear una sociedad de amos y esclavos, un tosco remake de la más burda Edad Media donde seamos vasallos del gran Rey que tanto postula el Nuevo Orden Mundial. Creo que es muy necesario cambiar esta situación; pero, por desgracia, hay muchos ciudadanos que, a diario, disfrutan del fútbol y la televisión basura, dos pilares esenciales para sostener la imagen de una sociedad de encefalograma plano, la cual desgobiernan aquellos que a diario cacarean que la economía marcha bien, mientras la gente sigue sufriendo el paro, el olvido, el desahucio, la miseria y el dolor.

* Escritor