Vaya por delante mi inmensa alegría por la recuperación de Teresa Romero; y con esta mujer, mi homenaje y mi reconocimiento a quienes cada día velan por nuestra salud. El ébola nos está dando otra oportunidad de aprender la lección fundamental de nuestro vivir en este grano de arena perdido por el universo: que cada día estamos más interrelacionados, y por lo tanto no podemos permanecer ajenos a cualquier problema (y también a cualquier alegría) que surja en cualquier rincón del mundo, por lejano que nos parezca. Es muy fácil caer en el egoísmo miope, tan frecuente, de "mientras no me llegue a mí, no existe el problema". Es muy fácil perder la conciencia de que cada día mueren muchos niños de tantas enfermedades que no son el ébola, o simplemente de hambre; cada día son vejadas, maltratadas, violadas muchas mujeres; cada día perdemos muchos jóvenes por la droga; cada día se destrozan en guerras muchos hombres, ciudades, paisajes; también cada día, cada instante, muere un poco más nuestra Naturaleza a consecuencia de una explotación sin sentido. Y cada día miramos para otro lado, pensando, en nuestra pacata ensoñación, que eso no nos afecta, porque ocurre muy lejos de nuestro salón familiar. Tal vez esta sea la causa de que en nuestro Primer Mundo no vivamos plenamente conscientes de la responsabilidad que tenemos según el nivel de vida heredado. Le debemos a los demás este patrimonio. Parece ser que aún no hemos tomado conciencia de que habitamos en una misma casa en medio de un infinito espacio sin nadie (mientras no se demuestre lo contrario).

* Escritor