El 2 de octubre del 2009, el Comité Olímpico Internacional (COI) escogió en Copenhague a Río de Janeiro para la 31ª edición de los Juegos Olímpicos. La ciudad brasileña, la primera sede sudamericana de la historia, superó en votos a Chicago, Tokio y Madrid. La cadena de sucesos desde aquel día que hoy parece muy lejano, cuando Brasil estaba en el grupo de economías emergentes, solo ha hecho que desatar todas las alarmas. El Mundial de fútbol ya reveló hace dos años los apuros de un país atrapado por una crisis económica -principalmente por la caída del petróleo-, social -por el aumento de desigualdades seculares y la inseguridad- e institucional -por la bancarrota de un Estado enfermo de corrupción y despilfarro-, culminada con el proceso que ha apartado a Dilma Rousseff de la presidencia.

El temor a que las infraestructuras y estadios deportivos no estén acabados a tiempo persiste, pero el último sobresalto es de una enorme envergadura, pues pone en cuestión, incluso, la conveniencia de celebrar los Juegos. Más de 150 científicos han dirigido una carta a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y al COI en la que se pronuncian a favor de aplazar los Juegos o cambiar de sede ante la amenaza de la difusión mundial del virus del Zika y de la enfermedad, cuyo riesgo más grave es la microcefalia en bebés de mujeres infectadas durante el embarazo. El propio Pau Gasol, uno de los mejores deportistas españoles de la historia, ha expresado sus dudas sobre participar en un acontecimiento que atraerá a más de medio millón de visitantes de todo el mundo. La respuesta de la OMS es que no hay razón para aplazar los Juegos olímpicos, y que el riesgo, que será menor por la menor actividad del mosquito en la estación de frío (que corresponde en Brasil con el verano), se puede aminorar siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Ayer mismo el ministro de Sanidad en funciones, Alfonso Alonso, recomendó a los españoles «ir sin miedo» a los juegos, siempre que se respeten los protocolos sanitarios.

Pese a que la OMS calificó en febrero de emergencia global el avance del zika en América Latina, no se han destinado los fondos y programas para una adecuada y rápida investigación en busca de una vacuna. Algo que únicamente está al alcance de Estados Unidos y de las potencias europeas, que solo parecen haber despertado ante la inminencia de los Juegos. A la OMS, y al COI, cabe achacarles que no han insistido en airear más la amenaza. Ahora bien, es imposible cambiar de sede a dos meses de los Juegos. Y tampoco parece nada probable que el COI, que resistió los boicots de Moscú-80 y Los Ángeles-84, decida aplazar un evento que es más negocio que deporte. Por lo tanto, serán los propios deportistas quienes tendrán la última palabra a título individual. Y sea en un sentido u otro merecerán el máximo respeto. H