Estoy en el pueblo y me acaba de llegar el recibo de la luz. En el sobre, de papel, vienen tres notificaciones: una me pone en números lo que me han cobrado, otra es una «información sobre su electricidad» y una tercera nota me avisa de que «tu próxima factura podrás verla en internet» y encima «sin gastar papel. Más respetuosa con el medio ambiente. Estará siempre disponible en la web». Estoy en la casa en la que me acostumbré a leer el periódico desde los seis años ya que las barberías de los pueblos eran un espacio, además de trabajo, de charla y lectura, como los bares, pero sin alcohol, solo el de las colonias y masajes. Allí me hice con el primer coleccionable de mi vida, Los Beatles, y allí, en este espacio que no tiene internet, leyeron mi padre y sus clientes la primera columna que publiqué en El Correo de Andalucía, recién estrenada la democracia. En esta casa de Villaralto el papel siempre ha sido noticia. Ahora ha desaparecido el quiosco de prensa por dejar de ser rentable y las noticias --que casi todas son ya digitales-- hay que buscarlas en los bares, que tienen wifi e internet y, afortunadamente, periódicos en papel. Bueno, y en el Guadalinfo, un espacio que en cuanto se percatan de su cercanía los teléfonos móviles empiezan a chillar en los bolsillos. Vengo de comprar pan y patatas y un hombre de edad avanzada camina con su garrota. De la iglesia sale apoyada en la cesta de la compra una mujer mayor que ha ido a hacer la visita. Ambos, respetuosos con el medio ambiente. Ahora mismo me he levantado, he dejado el ordenador --portátil-- y me he ido al bar a tomar café y leer el periódico, una costumbre que afortunadamente mantengo desde los seis años, cuando Eisenhower era presidente de los Estados Unidos --al no tener internet donde escribo me he ido al Diccionario Enciclopédico Espasa a comprobar las fechas--, Los Beatles empezaron a salir en los coleccionables de los periódicos y conocí a Serrat en la revista Fans. Antes de escribir siempre es bueno leer la información. En la barra dos jóvenes estaban leyendo en papel uno el Marca y otro el CÓRDOBA, y otros dos --lo mismo que yo hasta que me pasaron el diario-- mirando su teléfono móvil. Mi suegra, con su adelantada edad y buena vista, mientras tanto, en el brasero, leía El adalid seráfico y la revista del Obispado. La empresa que me cobra la luz suponemos que habrá tenido en cuenta dos tipos de clientes y que no abandonará sus recibos de papel hasta ese momento en que sólo queden personas doctas en lo digital. Esas cuyos hijos de entre 10 y 15 años disponen de móvil y no salen a corretear por las calles o esas otras que se enganchan a internet a insultar, en estos momentos, a la alcaldesa Carmena.