El presidente de EEUU, Donald Trump, llegó ayer a la ONU en un momento en que su secretario general, Antonio Guterres, está comprometido con la reforma del funcionamiento de la organización que parece anclada en el inmovilismo de unos pactos de la segunda guerra mundial. Nueve meses después de su llegada a la Casa Blanca, la política exterior de Trump, construida en muchas ocasiones a golpes de tuit, adolece de una visión de conjunto, de una línea de trabajo sobre la que construir unas relaciones con el resto del mundo. Su discurso de hoy ante la Asamblea General será la ocasión de ver si Trump mantiene el lema del America first, del aislacionismo, o bien si está dispuesto a actuar en un mundo multilateral, a trabajar con socios y con qué socios. El discurso permitirá comprobar si sigue basando su política exterior en la palabrería y las amenazas o si presenta un programa sólido y no distinto del que elabora su propio Departamento de Estado, con el que no siempre parece estar en consonancia. El acuerdo nuclear con Irán o el conflicto con Corea del Norte son dos de las cuestiones que requieren una mayor clarificación por parte de EEUU. También las siempre envenenadas relaciones con Rusia. Sin olvidar el Acuerdo de París sobre el cambio climático que Trump dijo querer abandonar. Ayer el secretario de Estado Rex Tillerson aseguraba que su país está dispuesto a buscar un pacto que fuera equitativo y equilibrado.