Aparece el pasado domingo en nuestro Diario CÓRDOBA un angustioso aviso, ‘Los hospitales necesitan ocho mil donaciones de sangre este verano’, y este toque de atención me ha hecho reflexionar al hilo del recuerdo de mi experiencia personal.

Yo soy donante de sangre, incluso tengo un reconocimiento oficial por el número de donaciones efectuadas. Pero debo decir mejor que lo era, porque un día, tendido en la butaca del Centro de Transfusión, con el brazo preparado, un enfermero me dice «lo sentimos, no puede donar». Pregunto por qué y me piden que espere que ahora saldrá quien me lo explique. Tanto entonces como ahora, los profesionales de este Centro en Reina Sofía merecen mi reconocimiento por lo que la situación me hacía pensar en lo peor, que no podía donar porque tenía algún problema en mi sangre.

Por suerte vinieron los médicos que, inmediatamente me sacan de dudas: «Tu sangre está perfectamente, pero tú no puedes donar porque has cumplido la edad». Voy a cumplir 87 años y llevo 22 años sin poder donar sangre y, como yo, cientos de mayores en nuestra Córdoba. Y, por ello, la pregunta que me gustaría que fuese contestada por quien sepa, pueda y deba hacerlo. En esta sociedad actual en la que la duración de la vida ha crecido considerablemente, hasta el punto de que se estudie la posibilidad de que la jubilación laboral sea voluntaria, ¿no se puede retrasar la prohibición de donar sangre para los que quieran hacerlo, autorizados clínicamente? Soy «A positivo», un tipo de sangre muy común, por tanto muy necesaria y, por eso, me digo si mi sangre me sirve a mí ¿por qué no puedo dársela a quien le haga falta?