Recién cumplidos sesenta años de su primera publicación por el editor comunista italiano Feltrinelli (1), ya que estuvo prohibida en la URSS hasta 1988, la novela Doctor Zhivago, que aconsejo leer, no ha perdido actualidad. Y no es solo porque su autor, Boris Pasternak (2), nos mostrara la mezquindad de los individuos advenedizos y los trepas que emergen en la transición y posterior asentamiento de los grandes cambios políticos. Denunciar la traición a los ideales por los oportunistas, los zagatovchtchiks, o nuevos ricos, que pronto aprovechan el régimen emergente para tramar sus zangamangas en el campo profesional, político o comercial, en mi opinión, no es el mensaje principal de la novela. Ni tampoco la crítica a los arribistas como el abogado Komaroski, que se cambian de chaqueta para estar siempre en primer plano. Creo que Pasternak, en la tradición de la mejor literatura rusa, a lo Tolstoi o Dostoyevsky, nos dio con Doctor Zhivago una novela épica de carácter universal; un gran poema en prosa que aun ambientado en los prolegómenos y primeros años de la revolución soviética (entre 1903 y 1929), trasciende a su época. Se trata de una profunda reflexión sobre la incertidumbre y el desgarramiento moral de un ser humano culto y sensible como Yuri Zhivago, poeta y médico moscovita. Hijo de una acaudalada familia y de íntimos sentimientos cristianos, es testigo y protagonista de unos hechos provocados por las grandes alteraciones en el orden social existente, debidos al proceso revolucionario. Muertes, enfermedades, hambruna, huidas y deportaciones de grandes masas humanas, eran propias en los años de duros y largos combates entre las fuerzas obreras y campesinas, dirigidas por los bolcheviques, y el ejercito blanco respaldado por los elementos de la reacción (antigua nobleza zarista, grandes terratenientes, banqueros y empresarios) apoyados por tropas de las potencias extranjeras de la Entente (Inglaterra y Francia) más Japón y EE.UU.

Aunque en política no se decanta por ningún bando, Zhivago se admira sin embargo cómo «en una magistral operación quirúrgica, echando mano del bisturí (la revolución), se pueden sajar tan maravillosamente los viejos abscesos, liquidando una injusticia secular acostumbrada a recibir inclinaciones y reverencias». Trabaja en un hospital en la zona roja y sobrevive como puede. Se traslada con su esposa Antonina Alexandrovna, su hija y su suegro a su finca de Varikyno en Siberia, cuando le expropian su casa en Moscú. Después, es reclutado por partisanos para luchar durante tres años al lado de las tropas rebeldes. Deambula de la estepa a la taiga al vaivén de los acontecimientos. Pasa enfermedades, frío y crisis de melancolía. Aunque intenta adaptarse, es incapaz para el optimismo al no poder vislumbrar el nuevo hombre que proclaman los revolucionarios. Los largos periodos de sufrimientos y vaivenes que lo separan de su esposa Tonya, que salió de Rusia, lo tienen desquiciado. Dudas que le invaden sobre las tesituras del alma humana, a raíz de sus vivencias, y la caótica situación personal donde las circunstancias le llevaron, hacen a Zhivago asirse fuertemente al intenso amor que siente por Larisa Fiodorovna, hermosa mujer casada con el importante comisario político Strelnikov del que tiene una hija. Aunque quiere a su esposa, Yuri mantenía un platónico amor por Lara desde que la vio por primera vez en su juventud. Viven juntos apasionados días en Varikyno, aislados de la guerra durante un nevado invierno, pero Lara tiene que irse por miedo a su vinculación con Strelnikov que había caído en desgracia. Zhivago queda sólo. Su inseguridad tanto en el terreno filosófico como amoroso le martirizan. Surgen de su interior una serie de poemas: La Noche Blanca, Estrella de Navidad, Hamlet, etc, dulces frutos de su atormentada vida.

(1) El 23 de noviembre 1957. En España fue publicada por Noguer en 1958. (2) Premio Nobel de Literatura 1958.

* Ingeniero Técnico Telecomunicaciones