En España, este nuestro querido país, se (con perdón) folla rápido y mal, pero ante todo y por encima de todo, poco. ¿De quién es la culpa? Me callaré. Puedo decir, en cualquier caso, y como suele decirse, que: cuanto más se casca sobre el tema, menos se hace. Esto es ma-te-má-ti-co. Y a las pruebas me remito, porque una señora sueca, sentada a mi vera, me confirma que: «En mi país, a la mesa de un bar, nunca se habla de estas cosas». Tras lo cual, y respondiendo a mi pregunta, me confirma: «Sí, se folla». ¿Qué más puedo decir, amigas? Conocéis perfectamente los efectos de tal carencia: caras largas, mala leche, fantasmadas y fantasías y egocentrismo. Como Jefe de Estado (que no lo soy), yo decretaría dos horas matutinas de encamamiento diario, de 11 am a 01pm. Se coge y para por completo la actividad del país. Se bajan las persianas, ventilador en marcha, café en el cuerpo e ilusión por la vida en la mente. En las sillas o suelos de todos los dormitorios de nuestra querida España descansan ahora corbatas, grasientos monos de trabajo, chalecos reflectantes, cascos, americanas, medias, slips y coloridos gayumbos de político amargado, sujetadores y braguitas y jeans recortados, y tops del chino, y carteras y bolsos, chanclas y botas de seguridad. Es la hora. Todo el mundo sabe lo que hay que hacer por la Nación. Hay conciencia de grupo. Se respira un no sé qué, un «¡vamos allá!». Surgen estallidos, como pantallazos energéticos que brotan desde los agujeritos de las persianas. Luego llega el reposo, la paz general, estatal, individual. La gente vuelve a las calles con una alegría en la cara que da gusto. «Buenas tardes». Brillan los ojos, el cutis, el pelo, el país. Periodistas de todo el mundo interrogan a las peatonas, que responden echándose el pelo hacia atrás con un «ohh». Eso es todo. Nadie habla del tema.

* Escritor