La diplomacia olímpica parece estar dando frutos. Al menos esto es lo que cabe entender de la oferta de diálogo hecha por Corea del Norte, una oferta que contempla unacumbre presidencial de las dos Coreas y la renuncia al programa nuclear de Pionyang siempre que su seguridad esté garantizada y que EEUU acepte negociar. El líder norcoreano Kim Jong-un había marcado la agenda de las relaciones con el sur y del pulso militar con Washington mediante una provocadora exhibición de su renovada capacidad armamentística. Desde su discurso de Año Nuevo cuando decidió enviar una delegación a los JJOO de invierno en Corea del Sur, ahora recién acabados, Kim también ha marcado la agenda de la diplomacia. Este ofrecimiento sería el último eslabón de una cadena en la que el líder norcoreano lleva la delantera. Prudencia y precaución son condiciones necesarias para sentarse a la mesa con Kim. La oferta no ha sido anunciada por Pionyang. Ha trascendido a través de funcionarios surcoreanos. Tampoco sería la primera vez que el norte no cumple promesas o compromisos adquiridos. Sin embargo, nadie puede renunciar a explorar las posibilidades de una negociación. En este sentido la actitud del presidente surcoreano Moon Jae-in será determinante. Más incluso que la de Trump. La pega es que la oferta de diálogo llega en un momento en que los grandes del mundo se embarcan en una nueva carrera armamentística.