Entre los titulos veraniegos, repaso estos días el libro de Olegario González de Cardedal, Dios en la ciudad. Olegario, ya se sabe, es catedrático de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y Premio Ratzinger de teología 2011, pero una de sus facetas más luminosas es la de escritor, la de ensayista, y la de autor de obras tan fulgurantes como La entraña del cristianismo, El rostro de Cristo o El hombre ante Dios. Es un autor de preguntas a nivel de calle y de respuestas profundas, en su anhelo constante de acercarnos a Dios, bajándolo del pedestal de la alta teología, para colocarlo al alcance de nuestra mirada y de nuestro corazón. Quizá por eso, Olegario escribió Dios en la ciudad, un libro en el que se pregunta por Dios: por el lugar y tiempo de Dios. ¿Dónde y cuándo le encuentran los hombres? ¿En la soledad del campo abierto o en la compañía de sus semejantes, reunidos para la colaboración y la convivencia en la concordia de la ciudad? ¿Tiene Dios tiempo y lugar para el hombre, en los que le cita, espera y habla? ¿Tiene el hombre tiempo para Dios? ¿Está abierto a su realidad, contando con su posible venida, dispuesto a responder y colaborar? Ahonda más en sus interrogantes, para cuestionarse con radical sinceridad si «el nuestro, ¿es tiempo de Dios o es más bien su eclipse público que nos ha dejado a oscuras? Tal desaparición de Dios, ¿lleva consigo la oscuridad del hombre o, por el contrario, es su posibilidad suprema para hacerse cargo del mundo y de sí mismo, del tiempo y del ser? ¿Es el hombre el único lugar posible para encontrar a Dios y Dios es el único lugar suficiente para que el hombre se encuentre a sí mismo, como quiere el poeta J. Carner: ‘Mi único espacio es Dios’?». A este aluvión de preguntas y de anhelos, Olegario nos van ofreciendo, no solo respuestas, sino horizontes, para concluir que «la historia de la vida humana es la historia de un despliegue y de un repliegue de la inteligencia, de la libertad y de las manos. Es, asimismo, fruto de un descubrimiento y de una conquista». Vale la pena contemplar, en el descanso veraniego a «Dios en la ciudad».

* Sacerdote y periodista