La realidad, lo que creemos que pasa, es una cuestión de percepción. La realidad que percibimos es función de la información que nos llega y de la digestión que hagamos de esa información. Igual que la salud de nuestro cuerpo depende, además de la genética, del ejercicio y de la dieta, la salud en la opinión, y con ella las expectativas que tenemos del futuro, depende, además de la formación de base, del ejercicio intelectual y de la dieta informativa que consumimos. De la misma forma que una dieta sin carbohidratos o sin grasas produce desequilibrios, una dieta informativa a base de sólo titulares catastrofistas produce malestar general, ansiedad social y pérdida de expectativas. Y no digamos si, además le añadimos una alta dosis de estimulantes del miedo político.

Fruto de una mala dieta informativa es la percepción que aún tenemos de la situación de la economía española. Si le preguntamos a cualquiera de nuestros conocidos sobre cómo está la economía española, la mayoría de ellos dirá que la economía española que aún no ha salido de la crisis. Y, si dice lo contrario, lo más seguro sea tachado de ser alguien próximo al Gobierno o votante del PP.

Pues bien, la economía española, con los datos en la mano ya no está en crisis, al menos de crecimiento. Según los últimos cálculos, que espero que se ratifiquen esta semana con los datos del INE, la economía española tuvo una renta per cápita en el año 2016, en euros constantes, de 23.830 euros. Si tenemos en cuenta que estamos creciendo al 2,6%, este año tendremos una renta per cápita de 24.450 euros, prácticamente la misma que tuvimos en el 2007, cuando conseguimos la renta per cápita histórica más alta, de 24.503 euros (en euros constantes). Puesto que la renta per cápita es una media, esto significa que, si distribuyéramos la renta que vamos a producir este año de la misma forma en la que lo hacíamos en 2007, estaríamos, en un viaje en el tiempo, en los mismos niveles de bienestar que entonces. El problema, pues, no es de nivel de renta (que estamos llegando a los niveles precrisis) o de crecimiento (que está cercano al nivel potencial), sino de cómo y quiénes producen estos niveles de renta. La economía española no está en crisis, lo que pasa es que tiene, como todas, problemas.

Y es este la segunda parte del análisis que hay que hacer. Pues los problemas de la economía española hoy son radicalmente diferentes a los que enfrentaba en el año 2007. En el año 2007 teníamos un problema de inflación del 4,22%, lo que nos llevaba a una inflación diferencial que nos hacía perder competitividad. Teníamos un problema de Balanza de Pagos que se reflejaba en un déficit por cuenta corriente del 9,6% del PIB, lo que hacía que nos endeudáramos con el exterior a unos niveles excesivos (más del 100%). Más aún, en 2007 alcanzamos un nivel de endeudamiento privado bruto del casi el 240% del PIB. Frente a estos datos, los problemas con los que nos enfrentamos hoy son otros: no tenemos un problema de inflación, sino de paro (aún en el 18,63%, aunque baja al ritmo del 2,2% anual); no tenemos un problema de balanza de pagos, sino de déficit público (que aún está en el 4,5% y ajustándose); se ha reducido la deuda privada en más de 50 puntos, mientras la deuda pública es superior al 101% del PIB, etc.

La economía española no está ya en crisis, digan lo que digan los catastrofistas, sino que se enfrenta a una situación nueva fruto de esa misma crisis. Estamos, pues, en otra fase de nuestra evolución económica. Es cierto que tenemos graves problemas económicos con un fuerte componente social (y político). Pero esos problemas no se arreglan vociferando catástrofes, sino analizando realidades. Es decir, pensando y con datos. O sea, haciendo ejercicio y comiendo sano.

* Profesor de Economía.

Universidad Loyola Andalucía