El mes de diciembre pasó sin lluvias, y el de enero, de momento, transcurre igual, sin previsiones ciertas de lluvia --y en todo caso escasas-- para las próximas semanas. El agua del otoño salvó cosechas de aceituna y cítricos, pero desde julio pasado los embalses se encuentran en prealerta, al 50% de su capacidad en la provincia de Córdoba. La situación es preocupante, y, pese a ello, no se percibe en la población la concienciación necesaria para afrontarla. Los ciclos de sequía y las temperaturas más altas registradas en el último año deberían ser una señal de alerta para todos, y el hecho de que los regantes tengan el agua garantizada para la próxima campaña y la población disponga de reservas para el consumo de los dos próximos años no debería de servir para bajar la guardia. Es evidente que desde la toma de decisiones provinciales o regionales poco puede hacerse para afrontar esos efectos de creciente desertización que algunos expertos auguran para Andalucía con el cambio climático, pero sí se puede incidir en la mejora tecnológica de las explotaciones agrarias de regadío para un máximo aprovechamiento del agua, e igualmente en las campañas de concienciación ciudadana para el ahorro de este bien que hoy es barato y al alcance de todos. Los agricultores miran al cielo, pues las lluvias están siendo muy escasas, pero hay que hacer mucho más, desde las instituciones, empresas y particulares, para asegurar el futuro.