El paso de los días tras los atentados del 17-A va aportando elementos de juicio que dan la razón a los observadores perspicaces que en las horas inmediatamente posteriores a los hechos pusieron de relieve un cambio significativo respecto de anteriores ataques de matriz yihadista: los autores de este son jóvenes nacidos o crecidos en España, no viven en guetos y están aparentemente integrados en nuestra sociedad. Un dato capital que desmiente la tesis de que las dificultades para la integración de la población de origen musulmán se dan sobre todo en la primera generación, pero que la segunda, aun manteniendo vínculos con su cultura de procedencia, pasa el rubicón de la plena incorporación. El 17-A nos ha demostrado que la realidad no es como creíamos, lo que nos obliga a plantearnos, colectivamente, qué se ha hecho mal. Es preciso revisar y corregir las pautas de comportamiento para que los jóvenes de familias musulmanas se integren de verdad en la sociedad y se identifiquen con sus pautas y referentes cívicos. Y esa es una responsabilidad que incumbe tanto a las administraciones como a cada uno de nosotros. En este clima de asimilación y reflexión de la tragedia del 17-A, Barcelona vivirá hoy una gran manifestación de duelo que debe ser también una demostración de firmeza y unidad en torno a los valores que compartimos: la defensa de la vida, de la democracia, del diálogo y de la tolerancia.