La esperada reunión entre los presidentes del Gobierno y de la Generalitat, Mariano Rajoy y Artur Mas, concluyó ayer con un resultado mínimamente positivo. No se ha producido el temido portazo. Estaba muy claro que sobre la cuestión de la consulta del próximo 9-N en Cataluña las posiciones seguían absolutamente cerradas y el peligro que se cernía sobre la entrevista era que esa cuestión bloqueara cualquier posibilidad de diálogo. Pero la iniciativa de Mas de acudir a la Moncloa con un paquete de 23 cuestiones o contenciosos concretos que la Generalitat ha recopilado y que pueden ser objeto de negociación en sus respectivos ámbitos ayudó a mantener los puentes abiertos. Estar dispuestos a negociar sobre estas cuestiones deja puertas abiertas a dialogar, que es de lo que se trata. El comunicado del Gobierno central tras la reunión destaca la voluntad de Rajoy de seguir colaborando con la Generalitat y su compromiso "con el bienestar y futuro de los catalanes". Eso está bien, pero tras la entrevista ambas partes han "vendido" un diálogo que se queda en lo complementario, mientras persiste el bloqueo en el tema fundamental. Si Artur Mas sigue adelante en el desafío soberanista ligado a la consulta de noviembre --por mucho que insista en que quiere hacerla desde una legalidad que en estos momentos se antoja imposible-- no parece factible que se alcance un clima de colaboración política e institucional entre dos posiciones irreconciliables. Es, por tanto, un diálogo en cuarentena, pues persiste el riesgo de quiebra.