Un año más llega el gran Día de la Poesía. Me anticipo unas horas para rememorar cartas y versos de un gran poeta, Cristóbal Vega, de un gran amigo que se nos fue con la primavera. ¡Qué amargos resultan los adioses a tantas cosas que nunca supimos ver! --me decía-- Al sauce de viejas ramas donde al despuntar el día canta alegre la calandria. Al gorrioncillo audaz que llega a nuestra ventana a traernos el mensaje de su tosca serenata... Querido amigo Vega: tú lo dijiste: «no lloradle. No se ha ido; está aquí: no mueren los poetas». Tus versos, tus cartas, tus escritos son hoy testigos de mis lágrimas. Yo sé que no te has ido porque el aliento vivo de tus versos palpita entre mis manos y es tapiz hoy de lujo en mi casa: «¡Ay, Isabel, tu terraza! / Donde un canario canta sus bellos trinos al alba / para una elegante novia de lunas y estrellas blancas / que quiere ser luz y faro para los mares eternos / de eternas madrugadas». ¡Cuántos poemas, cuánta bondad, humildad y belleza oculta en una biografía de silencios y amores! «Despedirse de la flor, del jardín, de la apacible lluvia que cae blandamente sobre el claro silencio de las noches nostálgicas... ¡Y no ver más las estrellas del alba!». No, amigo, tan solo es un poema. A ti te quedan, al menos, mis primaveras, sonrisas, bellas tardes románticas, te quedan mis mariposas, lunas blancas y palomos trovadores que a la paloma cantan. No me dejes, por favor, sin tus versos, no me dejes sin tus cartas, porque puede que tus silencios me laceren por siempre el alma. «¡Mira, mira, Isabel, cómo sigue vivo el sol! ¡Mira cómo sigue viva la mañana! No te mando un adiós, sino un, hasta mañana. Ahora ya ¡todo es nada! Un recuerdo perdido... Y un beso en la nostalgia». Wilde dice: «Hay que elegir a los amigos por su elegancia y belleza». No sé qué viste en mí, pero nadie como tú valoro los sueños de esta mujer que recibía tus versos y poesías.

* Maestra y escritora