La Iglesia pone especial interés en garantizar sacerdotes para sus parroquias y comunidades. Una tarea permanente, que adquiere especial importancia en torno al día de San José, día del seminario. El sacerdote tiene la preciosa tarea de servir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, acompañando tantos momentos, orientando a niños, jóvenes y adultos, sirviéndoles el perdón de Dios y sobre todo celebrando la Eucaristía. Sin Eucaristía no hay Iglesia, sin sacerdotes la Iglesia no podría sobrevivir. Para el católico creyente, tener sacerdotes es algo vital. Para todo ciudadano, el sacerdote es la persona dedicada de por vida a hacer el bien a los demás. Necesitamos sacerdotes, dedicados de por vida a la preciosa tarea de santificar, enseñar y acompañar a los demás en las cosas de Dios. «Cerca de Dios y de los hombres», señala el lema de este año. El sacerdote sirve de puente entre Dios y los hombres, para traer a Dios hasta la vida diaria de cada persona y para llevar a cada persona acercándola hasta Dios. Los adolescentes y jóvenes que se sienten llamados a este servicio, a entregar su vida a Dios para los demás, necesitan nuestro apoyo. El ambiente que nos toca vivir no favorece. Por eso, cuando un joven descubre esta llamada del Señor, todos hemos de apoyarle: su propia familia, sus amigos, su parroquia o grupo donde alimenta su fe, la Iglesia diocesana en su totalidad. El seminario es ese nido adecuado donde tales jóvenes van cuajando su vocación, van curtiendo su carácter y se preparan en todos los ámbitos de su personalidad para desempeñar esta delicada misión. Nuestra diócesis de Córdoba cuenta en la actualidad con 68 seminaristas, jóvenes que se preparan para el sacerdocio. De ellos, 18 son menores, y cursan los estudios medios correspondientes. Y 52 son mayores en los estudios eclesiásticos de filosofía y teología: 32 en el Seminario Conciliar San Pelagio y 20 en el Seminario Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal. El pasado año 6 nuevos sacerdotes han enriquecido el presbiterio de la diócesis. Damos gracias a Dios por este inmenso regalo, que nos llena el corazón de esperanza.

* Obispo de Córdoba