Soy más de la radio que de la televisión. Tengo cinco receptores repartidos por diversas estancias de la casa, incluidas el cuarto de baño y la cocina. Además, oigo la radio en campo abierto con el móvil y solo tengo dos televisores. Así que el lunes celebraré el Día Mundial de la Radio, haciéndome eco de la declaración la Directora General de la Unesco, Irina Bokova: «La radio sigue siendo una importante fuente de información y nunca ha sido tan dinámica e interesante». Para mí lo era ya en la niñez. Con una larga caña a manera de antena y unos auriculares --la radio galena-- oíamos la BBC. Radio galena indispensable en el internado del Colegio de la Asunción. Oía en la habitación EAJ24 Radio Córdoba, cuyos estudios estaban muy cerca. Ahora con mi antena parabólica no sólo veo muchas cadenas de televisión de todo el mundo; también de radio aunque estén situadas en las antípodas. Pero como no todo es felicidad, se exagera en España la verborrea futbolística dominguera en prácticamente todas las emisoras. Intentamos saber de otros temas y no hay manera. Todo sea en honor de la publicidad. Son excesos de la radio, como también al unísono con la televisión, el empleo de palabras extranjeras y expresiones condenadas por la Academia de la Lengua. Estoy leyendo ‘Mas que palabras’, de Pedro Álvarez de Miranda que con una ironía muy fina dice: Muchos hablan en la radio, en la tele y en discursos, como los indios de las películas del Oeste: «Gran jefe fumar pipa de la paz». Por ejemplo: «Decir que las corridas de toros...». Un mal uso gramatical a base de simples infinitivos.

* Periodista