El día de la madre, lo preguntó. Ella temía ese tipo de preguntas porque no quería mentirle, pero a veces no sabía qué contestar. ¿Cuándo es el día del hijo, mami? Autista, a sus ocho años, hacía gala de una lógica aplastante. Quería saber cuándo iban a celebrar todos juntos su día. Lo miró sonriendo y lo besó. Cariño, todos los días celebramos que tú estés aquí. Para papá y para mí, cada día es tu día y, si quieres, podemos compartir el mío. Felicidades. Ese mismo 7 de mayo, en Galicia, un padre mataba a golpes a su hijo. Su intención no era otra que hacer daño a su pareja donde sabía que más le iba a doler. La había amenazado con ello y cumplió su promesa. Reproducía los pasos del monstruo que fue capaz de asesinar a sus hijos a sangre fría sin derramar una lágrima de arrepentimiento. Un mes antes, en Mallorca, una mujer mataba a su hija de 18 meses tras una discusión con el padre. La crónica negra de este país está llena de espeluznantes historias en las que los niños se convierten en moneda de cambio, en víctimas de abusos, en sacos de boxeo donde depositar los golpes fruto de la ira, la frustración, los celos o la inseguridad de aquellos cuya principal misión en la vida debería ser velar por sus hijos. El discurso de la violencia machista deja en un segundo plano a las víctimas más frágiles, a aquellos que quedan marcados para siempre por la incapacidad de amar de sus progenitores, porque sus padres no supieron elegir a la persona correcta o se equivocaron aceptando la violencia como forma de vida, porque a los niños no les queda más remedio que callar. Llevamos la cuenta de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas, pero igual de alto y claro hay que denunciar el número de niños que padecen esta lacra, ya sea porque mueren a manos de sus padres, ¿es posible imaginar muerte peor?, o porque sobreviven marcados con las heridas que estos les dejaron. Indefensos, la sociedad no ha desarrollado aún mecanismos efectivos para protegerles, ni siquiera ha puesto el foco en ellos como prioridad. Que canten los niños, que rían, que sueñen, y sobre todo, que vivan.