No sé por qué el 17-A me está recordando aquel famoso ‘día D’ que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial (el desembarco de Normandía con una vanguardia de un millón de hombres y 5.000 embarcaciones de guerra). Entonces durante varios meses se estuvo dudando qué hacer, cómo y dónde hacerlo, para abrir un nuevo frente a las todavía poderosas fuerzas alemanas que dominaban las costas de Europa desde el Báltico al Estrecho de Gibraltar. El nazismo no cedía, a pesar de los intensísimos bombardeos aliados sobre la Alemania de Hitler y los territorios ocupados.

Ya sé que el 17-A no tiene nada que ver con aquello, pero me da la impresión que estamos ante un día ‘D’ en el problema catalán. Porque, aunque sabemos ya que el Rey acudirá al acto-homenaje a las víctimas del terrorismo yihdadista del verano pasado, que a su lado estarán el presidente Sánchez, la ministra Batet y casi el Gobierno en pleno, y los directivos del PP, del CS y de Unidos Podemos, más el presidente Torra y directivos nacionalistas... todo está en el aire. Porque mientras los constitucionalistas esperan y desean que todo funcione con «normalidad» (es decir, que no haya altercados violentos y duras cargas policiales), los independentistas se están preparando para dejar presentes sus principales objetivos: la independencia y la República catalana... Eso sí, teniendo especial cuidado de no pasar la raya de lo prohibido por la ley para no caer en algún delito que les pueda llevar a la cárcel. ¿Y qué sucederá el 17-A? Nadie lo sabe y todos acudirán con prevención y hasta con miedo... Porque miedo le tienen todos a esos ‘CDR’ de la CUP, ya que a esos no les controla nadie y son violentos de por sí.

Pero, yo me pregunto, y esto es lo más importante, ¿será el 17-A el final del diálogo?, ¿será el comienzo de otro 155 más duro y práctico? Según he podido saber de fuentes bien informadas de la Moncloa (en todas partes hay siempre un «garganta profunda») la agenda del presidente Sánchez tiene bien marcado el grave problema catalán y desde que desembarcó en la Moncloa se ha trazado dos fases: la primera, la del diálogo. «Hay que arrebatar a los Puigdemont, Torra y compañía independentista --según él-- la bandera del diálogo, con la que, no hay más remedio que reconocerlo, seguían y siguen ganando la batalla diplomática en el Exterior, tal vez por la negativa de Rajoy a sentarse con ellos. Han sabido vender que si la democracia es dialogar, consensuar, negociar y el Gobierno de Madrid no acepta sentarse a una mesa es porque España no es una democracia. Por tanto, lo primero que hay que hacer es quitarles esa bandera y dialogar y hablar de todo lo que ellos quieran hasta que quede claro, también para Europa, que su diálogo comienza y acaba con sus objetivos de independencia y República. Hay que demostrarles a los crédulos europeos que a Puigdemont, Torra y los suyos no les interesa en absoluto la situación a la que han llevado a Cataluña (división de la sociedad civil, huida masiva de empresas, freno de las infraestructuras, escandalosa subida de la deuda pública, reducción significativa del turismo y desesperanza de futuro). Será entonces, cuando ellos se convenzan de que el Estado español no les va a conceder ni la independencia ni la República catalana y decidan retirarse de la mesa de diálogo y echarse al monte».

¿Y mientras tanto? ¿Aguantar las humillaciones de Puigdemont y los exiliados, soportar que el mismísimo president Torra le diga en su cara a Don Felipe que ya no es Rey de Cataluña, ver cómo se queman fotos del Rey y banderas españolas, aguantar que los edificios públicos y las calles de Barcelona se llenen de lazos amarillos, reírse del Tribunal Constitucional y la Justicia española, permitir que se reabran las embajadas con el dinero de todos los españoles?

«Pues sí --responden estas fuentes que opina Sánchez--, mientras sus protestas se queden en palabras o en gestos para la galería habrá que aguantarlos. No les debemos permitir que se escuden en la libertad de expresión. Mientras no pasen la línea de la frontera jurídica legal o constitucional me he propuesto aguantar... eso sí, dejándoles bien claro que si pisan esa raya se habrá acabado el diálogo».

¿Y por qué no convoca elecciones generales el presidente? ¿No podría ser esa la mejor solución? --le pregunto yo a mi «garganta profunda».

«No --me dice que responde Sánchez--, no es el mejor momento para las elecciones y menos para el PSOE. Si ahora mismo convoco elecciones, cuando el resto de los españoles cree que yo me he bajado los pantalones ante los independentistas catalanes, sería un desastre para el PSOE. Por el contrario si las convoco cuando hayamos ganado la batalla del diálogo en Europa y haya aplicado de nuevo el 155 y todos los demás recursos del Estado, sería un éxito... y yo no quiero ser presidente del Gobierno un año o dos, yo quiero ser presidente del Gobierno 8 años y con mayorías absolutas».

Así que ya lo saben el ‘día D’, o sea el 17-A, hoy, caras de compromiso, saludos de cortesía y tranquilidad en el frente. Salvo que los ‘CDR’ rompan la «normalidad» y el Rey tenga que salir por la puerta de atrás y escoltado por la Guardia Civil y la Policía Nacional. Porque entonces sí le habrá llegado al presidente Sánchez su ‘día D’.

* Periodista y miembro de la Real Academia de Córdoba