Cuando un fuerte ataca al débil no existe la neutralidad. En estos casos la neutralidad nos sitúa al lado del fuerte. Una sociedad que consiente que existan 400 millones de niños esclavos es una sociedad enferma. También lo es la ONU cuando llama a los niños esclavos niños trabajadores.

Señores de la ONU, ¡por Dios!, que ¡son niños!, un niño trabajador es siempre un niño esclavo. Su trabajo debe ser jugar y estudiar, y los adultos son los que tienen que trabajar y no estar en paro como les ocurre a 1.600 millones en el mundo.

Ya sabemos que esta institución internacional depende cada vez más de las aportaciones de las multinacionales para financiarse, también sabemos que quien paga manda y si para ello hay que manipular el lenguaje pues se hace.

El Movimiento Cultural Cristiano viene celebrando desde el año 1995, el 16 de abril como Día Internacional contra la Esclavitud Infantil. Una campaña que ha pasado nuestras fronteras y a la que se han adherido ayuntamientos como este de Córdoba. ¿Y qué paso el 16 de abril? Ese día murió asesinado por la mafia de la tapicería un niño paquistaní y su nombre era Iqbal Masih. El también fue un niño esclavo desde los cuatro años y al ser liberado, con solo doce, entendió que ningún niño debería sufrir esa injusticia.

Nos decía que no consumiéramos productos elaborados con la sangre de los niños pues nuestro consumo es el final de la cadena, en esta economía salvaje donde muchas de las grandes empresas españolas se están beneficiando.

En Córdoba tenemos una escultura dedicada a Iqbal, tal vez la única o de las pocas que represente a los empobrecidos (la mayoría de la población). Tal vez también muchos cordobeses no la conozcan y ello es un síntoma del lugar de importancia que ocupan los empobrecidos para el ayuntamiento que decidió su ubicación. Además debemos preguntarnos ante este drama qué hacen la Organización Internacional del trabajo, Unicef o los sindicatos.

Dicho testimonio nos recuerda que no podemos ser neutrales ante esta injusticia, que debemos hablar a nuestros hijos y familiares de Iqbal, al demostrarnos que con doce años también se puede luchar y que ello es más enriquecedor que el capricho. Trabajemos para que nosotros y nuestros hijos seamos esperanza para la humanidad y no amenaza, pues la esclavitud infantil igual que otros dramas, como el hambre y el paro, tienen solución si queremos. No nos cabe duda de que esta erradicación es posible con una voluntad política que hoy no existe y que entre todos debemos exigirla.