El volumen de recursos naturales empleados en todo el mundo para la construcción de edificios e infraestructuras se multiplicó por un factor de veintitrés entre 1900 y 2010. Y cerca del 80% de tales recursos eran arena y grava. Concretamente, según Naciones Unidas, en el transcurso de 2010 se habrían utilizado a escala global 28.600 millones de toneladas de ambos materiales, lo que representa el mayor ritmo de extracción de todas las materias primas del planeta, por encima del de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y del de la biomasa.

De forma intuitiva, tendemos a dar por sentado que arena y grava son recursos naturales prácticamente inagotables, de manera que tal vez se pregunten ¿bueno, y qué, dónde está el problema? Sin embargo, centrándonos en el caso de la arena, los datos apuntan a una creciente escasez de este recurso, especialmente focalizado en aquellas zonas sujetas a una rampante expansión urbana. Ciertamente, el problema existe y, de hecho, constituye uno de los múltiples frentes abiertos en la batalla que la humanidad está librando en su aspiración de avanzar hacia un desarrollo sostenible.

En muchos países la explotación de arena apenas está restringida y su consumo está poco o nada regulado, de modo que su extracción no suele tener en cuenta las consecuencias a largo plazo, lo que finalmente conduce a la sobreexplotación y degradación del territorio. Y para más inri, incluso cuando dicha regulación existe, la extracción y el comercio de arena es objeto de crecientes prácticas ilegales. En consecuencia, cada vez son más los países y regiones que deben afrontar una creciente escasez de sus recursos de arena, lo que constituye una incómoda realidad emergente con importantes implicaciones sociopolíticas, económicas y medioambientales.

Como se ha comentado, la rápida expansión urbana es la principal causa del aumento de la demanda de arena a nivel mundial ya que este material es un ingrediente clave en la manufactura del cemento, asfalto, vidrio y equipos electrónicos (en los que el silicio es un elemento fundamental). El imparable desarrollo urbano está añadiendo más y más presión al suministro de unos recursos localmente limitados, lo que unido a los grandes beneficios derivados de su comercio, se está traduciendo en algunas partes del mundo en conflictos sociales y políticos, no exentos de violencia.

Por ejemplo, el gran proyecto ingenieril emprendido por Singapur para ganar terreno al mar (en los últimos 40 años este país ha aumentado su territorio en una superficie equivalente a la de dos Manhattan neoyorquinos) se fundamenta en la importación de arena de los países vecinos, los cuales sufren una alarmante sobreexplotación de dicha materia prima, lo que se traslada en tensiones políticas que incluyen acusaciones de extracción y comercio ilegales, así como prohibiciones y restricciones a la exportación. Otro ejemplo, más dramático, lo tenemos en India, donde la denominada «mafia de la arena», considerada una de las organizaciones más poderosas y violentas del crimen organizado, ha asesinado a cientos de personas en diversos episodios de una prolongada y soterrada guerra por la arena.

Desde una perspectiva medioambiental, los impactos de la sobreexplotación de arena son múltiples. Uno de ellos, por citarles un ejemplo, es que dicha sobrexplotación frecuentemente se traduce en la desestabilización y erosión de cursos fluviales y líneas de costa, lo que reduce la resiliencia de los humanos frente a catástrofes naturales, tales como grandes inundaciones, huracanes y tsunamis, algo que resulta particularmente preocupante en estos momentos de ascenso generalizado del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global.

Un claro exponente de esta situación es lo acaecido en Sri Lanka, donde la extracción descontrolada de arena exacerbó los impactos del tsunami del 2004 en el Océano Índico, dándose la paradoja de que los trabajos emprendidos el día después de la catástrofe con el propósito de restaurar la línea de costa no han hecho sino incrementar la demanda de arena.

Para 2050, las previsiones apuntan a que el número de habitantes en las áreas urbanas del planeta se habrá incrementado en un 62%, totalizando 6.300 millones, lo que representará alrededor de dos tercios de la población mundial. Sin duda, esto conducirá a un incremento sustancial de la demanda mundial de arena, de modo que no queda otra que implementar urgentemente un sistema efectivo de gobernanza global de dicho recurso.

* Catedrático de Recursos Energéticos.