Este artículo es el de mi despedida veraniega, hasta que, si la amabilidad de este diario me lo permite, vuelva en septiembre. Para mis colaboraciones, me nutro en muchas ocasiones de mis lecturas. Por eso quisiera terminar esta etapa con unas consideraciones acerca de los libros que en estos momentos leo, porque casi nunca he sido lector de un solo libro.

Empiezo por una biografía. A lo largo de la historia podemos encontrar multitud de nombres, de hombres y de mujeres, cuya vida nos parece merecedora de toda atención, e incluso en muchas ocasiones diremos que su trayectoria nos parece admirable, en unos casos por la actividad que desarrollaran, en otros porque cuanto hicieron aparece revestido de una dimensión ética digna de elogio. Y por supuesto también existen los personajes que no merecen reconocimiento, pero eso no evita la necesidad de que reconstruyamos sus biografías. Desde mi época de estudiante tengo especial interés en la figura de Leonardo da Vinci, al igual que sin duda le ocurre a muchas personas, pues se trata de un artista que nos sorprende por su curiosidad, por su afán de conocer y de descubrir más allá de lo que sus contemporáneos eran capaces de ver y de hacer. Hace ya años que leí la biografía que realizó Kenneth Clark, y ahora estoy enfrascado en la de Walter Isaacson (Leonardo da Vinci. La biografía), mucho más extensa que la anterior, si bien remite a ella en bastantes ocasiones. El autor ha descubierto no solo cuestiones referentes a la vida de Leonardo, también realiza aportaciones de cara a comprender mejor el sentido de muchos de sus trabajos, todo ello a partir de un análisis concienzudo de una gran variedad de fuentes, en particular de los cuadernos que el artista dejó, que hoy se conservan en varios lugares, y los cuales constituyen para el autor «el mayor registro de la curiosidad humana jamás creado».

A los pocos días de comenzar ese libro, inicié la lectura de un trabajo más ligado a mi profesión, pues se trata de la investigación sobre la transición española de Carme Molinero y Pere Ysàs (La Transición. Historia y relatos), un tema sobre el cual aparentemente ya se ha dicho todo, pero dada la actualidad del mismo, y puesto que hay quien se empeña en mantener su glorificación y, por otro lado, están aquellos que no dejan de criticarla, merece la pena dedicarle atención a esta obra, donde destaca en especial el último capítulo, en el que me encuentro, pues allí tratan de clarificar los «relatos» sobre aquel periodo, y consideran que tanto quienes la mitifican como quienes la atacan, «coinciden en la deliberada instrumentalización para así fundamentar posiciones políticas para las que la apología o la descalificación de la transición resultan de especial utilidad». Pienso que cuantos insisten en hablar de manera despectiva del «régimen del 78» deberían acercarse a este libro.

Y por último, aquel del que llevo menos páginas, pues inicié su lectura hace un par de días. Es el libro de Catherine Nixey, dedicado a un tema que podríamos calificar de historia cultural, y que en su título nos lo dice todo: La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico. En su introducción nos indica que hay una amplia bibliografía dedicada a explicar lo bueno del cristianismo, lo que salvó del mundo clásico a través de los monasterios, que todo eso se nos ha contado una y otra vez pero que «la historia y los sufrimientos de aquellos a quienes la cristiandad abatió, en cambio, no. Este libro se centra en ellos». Tengo la certeza de que alguna vez volveré a hablar de este libro en alguno de mis artículos.

En fin, espero que a alguien le pueda servir alguno de estos títulos, ninguno le decepcionará, y sobre todo recuerden que los libros no solo son para el verano, son útiles en cualquier época del año.

* Historiador