Era verdad. Nos llamaron «machistas» por decir que Cospedal y Sáenz de Santamaría se llevaban mal. Lo hicieron ellas y también Rajoy. Y no solo era verdad, sino que estoy segura de que nos quedábamos cortos. Cuando en el PP algunos apostaban por una candidatura única, no se referían tanto a que no hubiera una sana competición, sino que era un eufemismo para evitar precisamente esto; que Cospedal y Sáenz de Santamaría se terminen tirando el partido a la cabeza, ante la desolación de los militantes.

Probablemente, ni siquiera a estas personas les parecía Feijóo un candidato perfecto, pero sí le veían como alguien con posibilidades de ganar unas elecciones y alguien que no provocaba rechazo interno. Y eso ya es mucho, dadas las circunstancias. El problema es que Feijóo no quería lanzarse al barro. Quería algo cómodo: ser aclamado. Y eso, entre tanta ambición, era imposible. Y feo. Todos los que le esperaban se han quedado huérfanos, completamente faltos de ilusión. Los afiliados del PP van a tener que elegir, salvo sorpresa, entre tres candidaturas con posibilidades reales. Por un lado, Pablo Casado, la llamada tercera vía. Para algunos, sus padrinos políticos (Aznar y Aguirre) son un lastre y además, ahora mismo pende sobre él un riesgo serio de imputación por irregularidades en sus estudios. Después está Cospedal. Creo que ella hizo bien su trabajo de secretaria general del PP cuando estalló el caso Bárcenas. Dio la cara por Rajoy y por el partido, con el consiguiente desgaste. Sin embargo, ella tiene medio partido en contra y sinceramente, creo que su imagen está demasiado tocada como para concurrir a unas elecciones generales con posibilidades de éxito.

Por lo que se refiere a Santamaría, quizá ahora que es candidata a presidir el PP podemos conocer su opinión sobre algo. Lo que sea. Se puso de perfil desde el primer día. No se mojó nunca con nada. De defender al PP de las acusaciones de corrupción, ni hablamos. Sálvese quien pueda. Así que ella también tiene a media formación política en contra. Y tiene un entorno peligrosísimo. Entre otros, para los periodistas. Mientras ella fue portavoz impidieron cualquier pregunta incómoda, a costa de lo que fuera. Todo lo que pudiera dañar su imagen era fulminado. Así que no sabemos qué piensa de nada y eso nos lleva a sospechar que para ella, el proyecto político no es de vital importancia. Las dos han dirigido los destinos de los populares en el peor momento de su historia. No implican renovación. Si yo fuera afiliada del PP, estaría enfadada con Rajoy por alimentar graciosamente esta rivalidad durante tanto tiempo. Y seguramente hoy mismo me habría dado de alta en Ciudadanos.

* Periodista