La Confederación de Empresarios de Córdoba (CECO) celebró ayer el acto institucional con el que conmemora su 40 aniversario. Hace unos meses, en junio, dedicó en su asamblea una reflexión y ejercicio de memoria que ahora ha hecho extensiva al conjunto de la sociedad y autoridades, con un acto al que asistieron el presidente de Cepyme, Antonio Garamendi, y el de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), el malagueño Javier González de Lara, punta de lanza de los nuevos estilos de las organizaciones empresariales andaluzas. Cuatro décadas dan para muchos acontecimientos y cambios profundos, aunque, como señaló su presidente, Antonio Díaz, algunas situaciones actuales «no difieren» de aquel convulso 1977 en el que los pioneros pusieron en marcha la confederación empresarial. Díaz, el séptimo de los presidentes de CECO, conoce bien la organización, de la que ha sido secretario general durante largos años. Y sabe de los enfrentamientos políticos, las disputas internas, el gran crecimiento de los años noventa, la extrema dureza de la última crisis económica y los esfuerzos para mantener esta asociación de asociaciones, defender su papel representativo e institucional, sobrevivir, en suma, e iniciar, con el horizonte (incierto) de la recuperación, una nueva etapa para la que CECO lleva años preparándose, y que en su mayor parte ya está en marcha.

Sí, son tiempos convulsos, aunque el papel de las organizaciones empresariales ha cambiado por la progresiva aceptación de la sociedad del papel de los empresarios en el bienestar, el desarrollo y, por descontado, la creación de empleo. Si en los comienzos los mayores esfuerzos de CECO se encaminaban a la negociación colectiva, al apoyo de las empresas ante situaciones de conflicto (los problemas con las instituciones y la agresividad patronal-sindicatos eran un hecho), posteriormente se abrió un escenario de cooperación y diálogo institucional y social en el que las patronales se convirtieron, sin dejar sus objetivos de defensa de los intereses generales de las empresas, en prestadoras de servicios y en colaboradoras de las administraciones. Como los sindicatos.

Así, igual que mantienen su vigencia los principios señalados ayer por el presidente de CECO, desde la importancia de fortalecerse en el número y en la unidad, hasta el diálogo y la concertación como instrumentos de desarrollo, cobran importancia los referidos a la «adaptación a la nueva realidad» de la sociedad y las empresas. CECO puede y debe celebrar su madurez y su arraigo, su solidez, siempre que mantenga esos propósitos de flexibilidad y adaptación al cambio, y enfoque su actividad hacia la creación de nuevo tejido empresarial y fortalecimiento del existente, pues la provincia está muy necesitada de una estructura empresarial fuerte. Ese debe ser, por encima de todo, el desafío y el compromiso de CECO con Córdoba. Y para ello es razonable que el mundo de la empresa haga un llamamiento al mundo político en demanda de agilidad administrativa, claridad normativa y, sobre todo, estabilidad.