La todavía tímida recuperación económica ha reabierto una antigua reivindicación de la industria sobre la falta de técnicos con la formación profesional adecuada. Las exportaciones y, en menor medida, la demanda interior han impulsado la creación de empleo en sectores, como el del automóvil, en los que patronal y sindicatos han alcanzado acuerdos estratégicos. Pero, como ocurría en los tiempos de la burbuja inmobiliaria, las empresas se encuentran con jóvenes sobreformados o que no han sido correctamente orientados para recibir la formación que el mercado demanda y que case con su realización personal. Los recortes en educación no se han hecho con un plan pensado para cambiar el modelo productivo. En algunos casos se han limitado a expulsar de la universidad a los estudiantes con menos recursos económicos. En este panorama solo destaca el experimento de la llamada Formación Profesional Dual que integra en un único programa académico las enseñanzas teóricas con las prácticas en las empresas. Una propuesta de éxito pero insuficiente para abordar el conjunto del problema. Es urgente prestigiar la Formación Profesional que debe dejar se ser el almacén de los estudiantes víctimas del fracaso escolar. Su lugar es otro y deben tenerlo, pero todos los estudiantes deben recibir orientación. Es ineludible.