La incorporación de la mujer al mercado laboral ha tenido un largo recorrido en las últimas décadas, de forma que hoy podemos celebrar que no hay prácticamente ninguna actividad en la que solo haya hombres. Persisten, sin embargo, notables situaciones de desigualdad que se traducen, a veces, en salarios inferiores por el mismo trabajo que un empleado masculino. Y donde el cambio aún se nota muy poco es en los puestos de responsabilidad de las grandes empresas. En España, apenas el 20% de plazas de los consejos de administración de las firmas del Ibex 35 las ocupan mujeres, lejos del 40% que el Parlamento Europeo recomendó hace ya tres años. Si se amplía el foco a las mil mayores compañías, el porcentaje baja hasta un deprimente 8%. El hecho de que, a diferencia de otros países europeos, en España las empresas no estén obligadas por ley a un porcentaje mínimo de consejeras prolonga la endogamia de género de los directivos masculinos. De esta forma, las profesionales necesitan casi siempre poseer más méritos que sus iguales varones para alcanzar la cúspide empresarial. El tiempo corre a favor de la corrección de esta anomalía, pero debería acelerarse tanto por la vía de la persuasión como posiblemente de la obligación. No solo por coherencia con el principio universal de que hombres y mujeres son iguales, sino porque donde hay paridad suele haber mayor grado de eficiencia.H