Cuando hace unos días leí en este periódico un titular que decía que "el Ayuntamiento oferta 22 plazas para músicos callejeros y artistas", pensé vaya, hombre, este Consistorio de signo social va a crear 22 puestos de trabajo, algo es algo Pero seguí leyendo y... el gozo en un pozo. La información se refería a los nuevos criterios que regularán la ocupación de la vía pública por los artistas, y me pareció un mero pretexto para cobrar una tasa a los humildes músicos callejeros que nos alegran la vida al paso; tasas semestrales que oscilarán entre 62,65 y 157,95 euros, así, con céntimos, según número de intérpretes.

Aunque me parece un excesivo afán ordenancista, en detrimento de las libertades, puedo entender que se fijen lugares en la vía pública para que los músicos callejeros desarrollen su lúdica actividad con cierto orden. Pero me sorprende que se les pretenda cobrar una tasa, ridícula para las arcas municipales y gravosa para los artistas. Entre los músicos callejeros los hay voluntariosos, que castigan nuestros tímpanos con notas estridentes y desafinadas, a los que, no obstante, hay que reconocerles la dignidad de pedir sin mendigar, ofreciendo lo que tienen a cambio de una moneda. Pero hay otros, los verdaderos músicos, con preparación y nivel artístico que son un lujo para la ciudad (verbigracia, Klara, la entrañable 'violinista del puente'), a los que el Ayuntamiento debería retribuir por regalar su arte sin pedir nada a cambio, salvo la voluntaria moneda del transeúnte.

La música bien interpretada, aparte de cultura, es bálsamo que acaricia el oído y el alma; lenguaje universal que todos entienden; invitación a volar y soñar; benefactora desconexión, aunque sea momentánea, del problema que nos embarga. Un lujo. Y si además el músico se sitúa en rincones con encanto, el momento se transforma en mágico, inolvidable para un turista, que lo capta ávidamente con el móvil para llevarse una brizna del embrujo de Córdoba. Así que, por favor, no castiguen a los buenos músicos callejeros con tasas improcedentes; más bien habría que pagarles por embellecer la ciudad con su arte.

Francisco Solano Márquez

Córdoba