Después de la liberación parcial de Leopoldo López y a la vista de los acontecimientos que se están viviendo en Venezuela, y el fallecimiento de Liu Xiabo, nobel de la Paz e incansable luchador por las libertades, he querido hacer un esbozo ideológico de lo que para mí es una prioridad esencial para el desarrollo y convivencia pacifica de los pueblos, como es la defensa de las libertades públicas y del Estado de Derecho.

La libertad en sus distintas dimensiones es una fuente inagotable de reflexión para la mente humana. Probablemente porque es un bien frágil, cuya vigencia social efectiva requiere una lucha y vigilancia permanentes. En el terreno político, la teoría de la libertad es la teoría de las libertades públicas y de las instituciones que consagran su vigencia y garantizan su ejercicio, es decir, del Estado de Derecho.

Aunque se podría sostener que en nuestra democracia este principio ya forma parte del patrimonio de nuestra sociedad, siempre es posible alcanzar más libertad o mejorar las condiciones de su ejercicio. La libertad se renueva continuamente como impulso creador y como realidad a conquistar. A mayor libertad conocida siempre hay mayor libertad por descubrir y conquistar.

Como contrapunto están los riesgos que habitualmente amenazan desde el poder el ejercicio de las libertades, que surgen como consecuencia de nuevos peligros a los que hay que frenar. La lucha contra el terrorismo, la persecución del narcotráfico, los brotes de xenofobia, el desarrollo de la informática, etc., que pueden conducir a restricciones injustificadas de las libertades o a la disolución de las garantías jurídicas del Estado de Derecho. Es necesario establecer como preferencia la defensa de la libertad porque nunca encontrará solución definitiva al problema de sus límites.

Aunque, por otra parte, una libertad individual absoluta conduciría al dominio de los fuertes sobre los débiles, destruyendo la libertad de estos últimos. De ahí la paradoja de que la organización de la máxima libertad requiera la intervención del poder público a través del Estado de Derecho.

Los grandes pensadores de la libertad desde Locke y Stuart Mill hasta Montesquieu o Benjamin Constant, pasando por Kant, defendieron un orden libre desde la razón y contribuyeron así a construir un poder racional, fundamentado en el pacto social, la limitación del poder, la división del poder del Estado, o los derechos del hombre. Es decir, propusieron a los dirigentes de su época interferir en la espontaneidad social, conducente al imperio de la ley del más fuerte, para elegir una sociedad libre. En nuestro tiempo, desde un planteamiento liberal y progresista, es necesario también interferir en un orden que espontáneamente por sí solo no redistribuye la exigencias de libertad, bienestar y estabilidad social necesarias. De ahí la importancia de perseverar en la defensa de las libertades y el Estado de Derecho.

Hoy vivimos en España una situación jurídica y política sin duda democrática, pero con algunas deficiencias o desviaciones que urge suplir o rectificar para cortar por lo sano los efectos populistas que se han empezado a producir y que, como hemos podido observar en otras países, tienen consecuencias muy negativas para la libre convivencia y el bienestar de los pueblos.

«Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro» Adolfo Suarez.

* Exsecretario local del CDS y militante de Ciudadanos