La vida es una sucesión de elecciones salpicada de acontecimientos imprevistos. Somos libres al nacer aunque muy condicionados por las circunstancias de dónde lo hacemos. No es lo mismo nacer en el seno de una familia en Burundi, que en otra de Siria, como tampoco si tienes la suerte de hacerlo en una familia acomodada de la vieja Europa, o en otra del mismo continente, pero completamente marginal. El hombre nace libre y solo los condicionantes socioeconómicos y culturales determinan las elecciones de su vida, siendo aquellos muchas veces sus mayores cadenas.

Dicho esto, supongo que, como ustedes, cada mañana tengo que decidir muchas cosas. Desde las más insignificantes, como dónde desayuno, o si voy antes del despacho a comprar lo que necesito, hasta aquellas que tienen consecuencias directas para mi familia, para mi trabajo e incluso para mi economía. Hay días que decido el color de las nuevas cortinas, lo que comeremos toda la semana, la estrategia de un pleito, si prescindo de alguien en mi vida por tóxico, las zapatillas nuevas de andar, el traje de la feria y hasta si debo llamar a quien no lo merece porque creo firmemente que los puentes existen. Todo hay que decidirlo y luego actuar... O no, porque también eso es una elección.

La continua decisión me resulta muchos días tremendamente agotadora y, además, casi siempre me embarga una enorme responsabilidad porque hasta la decisión más intrascendente, no digamos las que tengo que tomar en mi trabajo, pueden tener consecuencias para los demás, así que saberlo forma parte de los factores que influyen de mi elección.

Es por ello que no disculpo en absoluto a quienes sabedores de la responsabilidad que sus decisiones tienen sobre los demás y cuando digo los demás, no digo ya una familia, o un grupo de personas, sino una comunidad entera y hasta un país, toman esas decisiones sin ser ejemplo de nada, con escasa moralidad, cambiando los papeles, haciéndonos creer que son lo que jamas serán, «mangando» en el súper y, encima, pretendiendo darnos ejemplo con soberbia desmedida, ¿ejemplo de qué, si ya más bajo no puede caerse?

Amigos, la vida es una sucesión de elecciones. Y creo que ha llegado el momento de elegir responsablemente un cambio de rumbo, a ver si así muchos que deciden por nosotros entienden que sus erróneas decisiones por fin tienen respuesta.

* Abogada