Si hay dos palabras indivisibles a la hora de referirse a una estación del año estas son «otoño» y «caliente». Algunos dirán que también «crudo» e «invierno». Es difícil recordar un año en el que al traspasar el verano vacacional no se haya hablado de que estábamos ante un «otoño caliente». Que si crisis económica por allí, convocatorias de huelgas por allá, duras negociaciones laborables por sectores... El de 2017, entonces, deberá ser recordado como «la madre de todos los otoños calientes». Y es que el ya llamado «veroño» se alarga tras un verano que ha batido el récord de número de olas de calor desde 1975. Y la cosa está en Cataluña que arde. Ojalá que no sea la antesala de una también «madre de todos los crudos inviernos».