Elsa Punset, máster en Humanidades por la Universidad de Oxford, y en Periodismo por la Autónoma de Madrid, en su último libro Una mochila para el verano, nos dice que «para transformar nuestras vidas y nuestras relaciones no necesitamos tanto como creemos: en una mochila ligera cabe lo que nos ayuda a comprender y a gestionar la realidad que nos rodea. Aunque haya una cierta resistencia a reconocerlo, todos somos psicólogos en potencia, porque la vida nos dota a todos de un cerebro que alberga las intuiciones de lo que necesitamos para vivir. En la televisión, en la radio y en la prensa escrita, aprendí que se puede hablar de la vida y de las emociones que la mueven sin pretensión ni opacidad, con palabras transparentes y sencillas como barras de pan». El descubrimiento de la escritora nos viene como anillo al dedo, a la hora de plantear nuestro descanso, en el momento de las vacaciones. La verdad es que no necesitamos tanto, no solamente para transformar nuestra vida, sino para ser felices. La felicidad no se entra tanto en «cubrir necesidades o alcanzar metas», sino en saber cuáles con nuestras necesidades verdaderas y nuestra metas personales. El verano, por su luminosidad abierta al espacio y al tiempo, y las vacaciones en particular, son propicias para leer, para pensar, para reflexionar, para contemplar despacio la realidad, para disfrutar de la vida, dejando a un lado muchas obligaciones y compromisos laborales y sociales, para centrarnos en saber qué nos pasa por dentro para que no alcancemos tranquilidad y bienestar. A lo largo de su obra, Punset plantea a sus lectores esta pregunta: «¿Puedo hacer algo concreto para sentirme más feliz?». Y se contesta: «Puedes hacer mucho para mejorar tu nivel de felicidad, entendido como el conjunto de tu bienestar emocional y físico. Puedes gestionar tu actitud, tus emociones y tus pensamientos, y también puedes modificar tu entorno y tus circunstancias». Quizás sea bueno abrir la agenda a este sencillo decálogo vacacional: primero, coloca en tu hoja de ruta un tiempo para Dios, minutos de amor, de búsqueda, de encuentro, de dialogo a corazón abierto en bondad y sinceridad; segundo, toma nota de las frases que iluminan tu alma, de los mensajes que enriquecen tu corazón; tercero, descubre horizontes, enciende ilusiones, consigue metas; cuarto, cuando goces del mar en la playa, no te olvides del firmamento; quinto, dedica un tiempo a la lectura, selecciona tus libros para iluminar tu mente y caldear lo más profundo de tu ser; sexto, entrégate más a la familia, estrecha los lazos de la unidad, siembra paz y concordia a tu alrededor, habla, pero sobre todo, escucha; séptimo, llena tus manos de gestos hermosos, sacrificados; escribe en tu corazón nombres nuevos, sin olvidar que cada encuentro es una oportunidad de sentirnos «prójimo» y de sentir al «prójimo»; octavo, no te olvides de «soñar despierto»; noveno, cultiva ese «apostolado sencillo de los gestos hermosos»; noveno, sé feliz en todo momento. Recuerda: «Felicidad no es hacer lo que uno quiera, sino amar lo que uno hace». Fácil decálogo para unas vacaciones con sombra, hojas y frutos.H

* Sacerdote y periodista