Los ojos de Héctor se enredan en el bucle interminable de conversaciones entre amigos y no tan amigos, una sucesión plural y frenética de planes y emoticonos y chismes y memes y jajajás iluminando la penumbra de la habitación, el palique táctil que no acaba porque siempre hay alguien que no lo da por terminado, porque siempre hay algo que apostillar para que la cosa no decaiga.

Los ojos de Héctor repasan la permanente exposición de imágenes envasadas al vacío, caras de todas partes, conocidas y desconocidas, megaestrellas fulgurantes de la música o el deporte con millones de seguidores y gente del instituto en poses estereotipadas, gestos desafiantes o tiernos o chistosos que el dedo desliza por la pantalla insomne cuando dan las dos y el silencio de la noche se va haciendo cada vez más denso.

Los ojos de Héctor se dejan llevar por el juego del pájaro que come mosquitos y por el juego del rifle de mira telescópica en el que es capaz de llegar a 10.000 puntos como que se llama Héctor, más que nada por mandar el pantallazo al grupo y demostrarle a Jota quién es el puto amo.

Los ojos de Héctor miran los apuntes de Biología que se sabe de memoria porque mañana hay examen y porque no quiere bajar del 9, porque la profesora de este año ha hecho que le interesen cosas que antes no le interesaban.

Los ojos de Héctor se acercan y se apartan de los nombres de las canciones que se ha propuesto no escuchar, canciones que le pasó su ex cuando estaban juntos para siempre y la vida tenía sentido, canciones tóxicas que se ha prohibido consumir pero que no es capaz de mandar a la papelera del olvido, desamor en formato MP3 que atraviesa los auriculares y le llega a la boca del estómago a eso de las dos y media.

Los ojos de Héctor miran minutos después una bici de montaña que no tiene mala pinta y unos patines del Decathlon sin estrenar y un juego de la Play pasado de moda y otra bici que tiene mejor pinta todavía, tan buena pinta que contacta con el vendedor e inmediatamente manda el enlace a Santi porque Santi controla y está en línea.

Los ojos de Héctor ven un trozo largo de Stranger things que le ha mandado Jota. No se escucha muy bien y salen subtítulos en japonés pero algo es algo. De vez en cuando pausa la reproducción y comenta lo que va pasando en el grupo de Los frikis. Seguro que están liados viendo algo. Alguien ha dicho hace unos minutos que no vuelve a ver Juego de tronos porque se está convirtiendo en una estafa.

Los ojos de Héctor se acaban cerrando a eso de las tres. En cuanto la alarma los abra a las 7:30 volverán a buscar la pantalla y volverán a adentrarse en el inmenso mundo de bolsillo que otro día más empieza a vibrar debajo de la almohada.

* Profesor del IES Galileo Galilei