Judith Duportail comenzó a usar Tinder en el 2014. Recientemente requirió a Tinder que le suministrara todos los datos privados que disponía sobre ella. No fue tarea fácil. Hizo falta que un jurista especializado en derechos humanos presentara una reclamación a Match Group, propietaria de Tinder y de otras aplicaciones de citas, que finalmente los entregó, aclarando que lo hacían de forma voluntaria y que no estaban obligados a ello. La compañía disponía de ¡800 páginas! de conversaciones de Judith, además de acceso a sus perfiles de Facebook e Instagram. Tinder sabía cuántas horas al día permanecía Judith conectada a la app, desde dónde se conectaba, el porcentaje de hombres blancos, asiáticos y negros con los que había interactuado, qué palabras utilizaba más a menudo. Conocía sus gustos en materia de cine, música y gastronomía. Y, por supuesto, sus preferencias sexuales.

Tinder vende estos datos a otras compañías. No se usan solo para que a Judith le lleguen ciertos anuncios en su teléfono y ordenador. También de esos datos va a depender qué ofertas de trabajo le lleguen desde Linkedin. O cuánto deberá pagar por el seguro de su coche (si Tinder descubre que va de copas a menudo, pagará más). Nadie había engañado a Judith. Cuando clicó ok en «acepto las condiciones» se suponía que había leído la frase: «El usuario acepta que no podemos garantizar la absoluta seguridad de sus datos, información personal y comunicaciones».

Bueno, piensa el lector: me conecto con nombre falso. ¡Error! El algoritmo te tiene localizado. Sabe desde qué número te conectas, conoce la IP más utilizada y puede relacionarla con tu domicilio. El danés Emil Kirkegaard publicó un estudio donde relacionaba creencias religiosas e inteligencia, basado en un algoritmo que había analizado datos de 40.000 perfiles. ¿Quién le vendió los datos?: Match Group. Comparamos Tinder con un bar para ligar, pero deberíamos compararlo en realidad con un bar donde estás siendo grabado y monitorizado en cuanto llegas. Igual, querido lector o lectora, ahora te apetece volver a ligar en bares.

* Escritora