Reciclando una frase manida del post franquismo podríamos decir hoy que contra Zapatero vivíamos mejor. Con ZP se prodigaban los insultos, las caricaturas, los dichos y diretes- Hasta el punto de que podría afirmarse que ningún gobernante español desde Azaña había sido tan vilipendiado como él. Se clavaban alfileres en su retrato, se le calificaba con cero trazado con el compás de sus cejas puntiagudas, se le comparaba al cómico personaje cinematográfico mister Bean, se resaltaba que en sus discursos y conferencias movía los brazos a compás como los directores de las malas bandas trompeteras de pueblo- ¿Quién no ha recibido cien veces el correo electrónico en que se trucaba la maldita foto de Tejero empuñando la pistola en la presidencia del Congreso, poniéndole la cara de ZP y añadiéndole en el bocadillo la ingeniosa frase de ¡Todos al paro!...

Sí, menguaban el poder adquisitivo del sueldo y mucha gente desfilaba hacia el paro- mas la gente estaba alegre y se divertía con estos juegos y malicias y brindando por la segura derrota del presidente. Derrota que llegó más como tormenta de verano que como agua de mayo, porque a los tres días de gobernar, el sucesor incumplió su única promesa electoral, y después del séptimo no pudo descansar, porque los rayos financieros nos siguieron cayendo, y con más intensidad y riesgos que antes.

¿Y que pasó con el pueblo llano? Que en un pis pas se ha quedado sin chanzas con las que desahogarse y sin retrato al que dar alfilerazos, porque obviamente todo el mundo tiene miedo de pinchar demasiado pronto este nuevo globo con barba, atemorizados como estamos con el más allá, en el que no se presagia ninguna salvación y en el que solo se entrevén las reiteradas amenazas de esos gigantescos fantasmas, de rostros desconocidos y contornos difusos, a los que llamamos agencias de calificación o mercados.

Estas reflexiones, que nos hacemos muchos, nos producen tristeza pero, ojo, si vais a dar un paseo para diluir los malos humores, hacerlo fuera de horas de comercio, porque si lo hacéis a media mañana y por barrios de clase media, por ejemplo, el alma se os puede caer a los pies y el ahogo de la tristeza quietaros el resuello, ya que comprobareis que más de la mitad de los locales de negocio están cerrados y haciendo viejos los letreros en que se anuncia su venta o alquiler. En muchos ya no quedan ni los carteles.

Pero lo peor de esta tristeza no es ella misma, sino el rencor y la agresividad que va almacenando en nosotros. Basta con observar en nuestro entorno: los parientes, vecinos, amigos y enemigos están cada vez más agresivos. Y ojo, que tanto enojo contenido, que tanta lágrima sorbida entre risas simuladas, va produciendo una tensión que cuando se multiplique por miles puede romper el cántaro y ocasionar una hecatombe. Esperemos que desde mayores magnitudes futuras las airadas protestas actuales de los indignados no lleguen a verse como juegos de niños.

Pero hagamos algo antes de que todo esto explote, aunque sea para distraernos. Animemos a los conservadores en su afán de aliviar al sector de la construcción fabricando techos. Animémosles para que después del techo al gasto acometan el techo a fortunas tan escandalosas como las de los deportistas de élite --entre los que hay auténticos salvajes-, las de los banqueros de pro y las de los vip acumuladores de empresas y cuentas bancarias en paraísos fiscales. Fortunas que debieran bajar de tales paraísos a la tierra que pisamos los mortales, cada uno sudando en su surco.

Y no se nos diga que con tan solo estos muchos miles de millones únicamente hay para el chocolate del loro, porque eso no está tan mal, ya que al fin y a la postre a todos se no exhorta a ser loritos, que con la voz aflautada de la contrición, siguiendo las divinas enseñanzas del obispo, repitamos cada día al comenzar la jornada: prometo que no fornicaré, prometo que no fornicaré-

*Abogado