En estos días la devoción se palpaba en las calles de Córdoba y de Andalucía en general. Entre lágrimas y pasión se escuchaba entre los devotos esa pregunta clásica que toca responder en cada Semana Santa: "¿Pero tú eres creyente?". Y las respuestas, como se puede prever, son de lo más dispares posibles. Algunos se encogen de hombros, otros sonríen y asienten.

Cuando, mirando con ilusión a la Virgen de la Soledad, alguien me lo preguntó a mí, no supe bien qué responder. Estudios universitarios, posgrados e idiomas me imposibilitan creer la historia que narra la Biblia. Además, en un momento en el que el programa Sálvame es líder de audiencia, la mentalidad española tiende de forma exacerbada al escepticismo. Igualmente, quien haya estado en Palestina sabrá lo duro que es allí el invierno para hacer un viaje desde Nazaret a Belén con mula, buey y niño. Es que no lo veo... Sin embargo, el olor a incienso, la marcha que en ese momento tocaba la banda, las cuatro gotas que caían del cielo y el sonsonete del paso de los costaleros me hicieron creer.

Y, con la prima de riesgo por encima de los 400 puntos, volví a tener confianza en que tarde o temprano esta crisis se terminará. Dicen que ya estamos a la mitad de nuestro propio monte Calvario. Y aunque tropezamos constantemente por el peso de una cruz de facturas impagadas, desahucios y créditos no concedidos, percibo la fe con la que miles de cordobeses se levantan cada mañana y salen a la calle en busca de trabajo volviendo a casa cuando sus manos ya están vacías de currículum, y la esperanza con la que un emprendedor abre su primer negocio ante la admiración y el asombro de sus familiares.

En San Cayetano, la gente se agolpaba bajo un manto de paraguas para ver cómo se recogía la virgen. Había allí mucha gente en paro. Como suele ocurrir en estos casos, nos acordamos de Dios solo cuando las cosas van mal. Ahí estaba esa madre, rosario en mano, suplicándole en voz alta a la Soledad que su hijo encontrase trabajo. Los que habían hecho estación de penitencia iban descansando los pies donde buenamente podían y se persignan ante la estampa. Cada cual había hecho su propia promesa con la esperanza de que alguien le quite su cruz.

Con esta recesión y la perspectiva poco halagüeña, la mayoría de las súplicas que la virgen escuchó estaban centradas en el empleo, que de una forma u otra encontremos la fórmula para adaptarnos a estos tiempos y dejemos de ver la ambigua sonrisa de la Macarena en cada uno de los rostros de los cofrades cordobeses. Y yo creo que sí, que tarde o temprano se conseguirá, se cambiará este sistema de mercados carente de la ética y de la moralidad que enseñó Jesucristo y volveremos a tener fe en los que nos gobiernan. Eso me convierte en creyente.

*Periodista