Un nuevo informe de Analistas Económicos de Andalucía vuelve a situar a Córdoba a la cola del crecimiento regional, tanto en los datos constatados hasta el segundo trimestre del 2017 --en el que el PIB provincial se queda en un 2,1% frente al 3,1% de la media andaluza-- como en las previsiones para el 2018, año en el que las estimaciones de crecimiento de la comunidad autónoma bajan hasta un 2,7% pero Córdoba se queda en el 1,9%. ¿Qué está pasando? ¿Es razonable que Córdoba continúe manteniéndose a la cola de Andalucía en actividad económica? Los datos de paro, superiores también a la media de las ocho provincias, y de incremento del número de personas ocupadas (solo el 1,4% frente al 4,6% andaluz) evidencian que nuestra provincia no termina de subirse al tren de la recuperación. Por una parte, cabe pensar en que el fuerte incremento de la economía sumergida durante los años de crisis --y ya era una tasa muy alta anteriormente-- siga ocultando una realidad no tan negativa, pero lo cierto es que una provincia que cotiza poco y paga pocos impuestos no está en posición de desarrollarse. Todo apunta a una falta de definición de objetivos, especialmente al conocerse que el empleo se genera mayoritariamente en la agricultura y, con unos índices muy inferiores, en el sector servicios. ¿Qué hay de la industria, del I+D+i en el que las instituciones se esfuerzan? ¿Qué hay del valor añadido en la agricultura, de los nuevos sectores, de la artesanía, del turismo de calidad? La falta de proyectos importantes y en los que las instituciones estén unidas se deja sentir en estas duras cifras. Y no olvidemos la diáspora de jóvenes. Se marcharon con la crisis, pero Córdoba no les está dando la oportunidad de regresar. Y si se pierde ese capital humano se pierden con él muchas posibilidades de progreso.