El Comité Federal del PSOE aprobó la prevista abstención en la investidura de Rajoy, tras un debate condicionado por el bochornoso espectáculo vivido en Ferraz el pasado 1 de octubre, causante del estupor social y de la tristeza y vergüenza de votantes y militantes. Un debate que vino precedido por el motín palaciego que fuerza la dimisión de Pedro Sánchez, primer secretario general elegido en primarias. Un debate cuestionado por la militancia, que reclamaba el derecho a pronunciarse en consulta directa, y que ha sido una batalla más en la lucha interna que desde hace años se libra en el partido. Como en toda confrontación, hay víctimas y daños colaterales.

Víctima ha sido el compañero Sánchez, culpado sin más análisis de las derrotas electorales, acusado de defender obsesivamente el «No a Rajoy» y la búsqueda de un gobierno alternativo, cuando solo cumplía con lo acordado por el Comité Federal, y demonizado por la osadía de ignorar las «sugerencias» de dos tutores, uno político y otro mediático, y por proponer primarias y congreso extraordinario, para que la militancia se pronunciara sobre la solidez de su liderazgo y la estrategia a seguir. Consecuencia de su forzada dimisión, y cuando más necesarios nos eran un referente social sólido y un mensaje único, los socialistas tenemos una gestora provisional y un guirigay de voces en permanente romería por los medios de comunicación. ¡Como pollo sin cabeza!

Los defensores de la abstención argumentan que lo hacen pensando en el bien de España y no dudo de que así lo crean, pero favorecer que Rajoy gobierne ocasiona daños colaterales. Hemos tenido que demoler las «barricadas éticas» y permanecer mudos, mientras Correa daba fe de la corrupción en la Gürtel y de su entramado mafioso en el PP. Una claudicación moral que arruina nuestra credibilidad como referente ético, muy difícil de recuperar. Hacemos posible la continuidad de un gobierno reaccionario y neoliberal, que recorta derechos y libertades, precariza el empleo, fomenta las desigualdades y genera pobreza y exclusión social. Y por posibilitarlo, acentuamos la pérdida de la identidad socialdemócrata, ya iniciada en mayo de 2010 con el «cueste lo que cueste» y la reforma del 135 de la Constitución, y hacemos creíbles a los interesados en acusarnos de coincidencia ideológica con el PP. Nuestra abstención, por más vueltas que le demos, es percibida como coalición y, en consecuencia, será muy difícil que se nos reconozca como la Oposición al Gobierno y en el mejor de los casos, se nos considerará «oposición emérita». En cualquier caso es muy poco probable, en contra de lo que se intenta hacer creer, que la oposición logre imponer al Gobierno modificaciones legislativas, ya que, para su control, Rajoy dispone del veto por aumento de gasto, minoría de bloqueo en el Senado y, en último extremo, capacidad de disolver las Cortes.

Sinceramente, no creo que estas negativas consecuencias, ni el divorcio producido en el PSOE entre la militancia y dirigentes y, mucho menos, la amenaza cierta de su fractura y la del grupo parlamentario socialista en el Congreso, puedan repercutir en el bien de los españoles, ni que la opción de abstenerse sea mejor que haber afrontado nuevas elecciones. Ojalá me equivoque.

El rechazo a la abstención y el convencimiento de sus negativas consecuencias para el interés general y el del partido, no debe impedir que los socialistas permanezcamos en la militancia y lo hagamos unidos. No para rendir interesadas lealtades y recompensadas obediencias, sino para protagonizar una nueva etapa en la que hay que volver a tener líderes y no solo dirigentes, en la que hay que reafirmar la identidad socialdemócrata del partido, actualizar el proyecto ideológico y el compromiso con el Estado de bienestar y de lucha contra las desigualdades.

En definitiva, para que el PSOE deje de ser una organización meramente instrumental al servicio de una estabilidad institucional, sin valor en sí misma, y vuelva a ser un partido de gobierno, el partido referente del centro izquierda, cohesionado, reconocible, transformador e identificado con la ciudadanía y sus necesidades. Para participar activamente en esta ingente e ilusionante tarea, los militantes tenemos que exigir la urgente convocatoria de Primarias para elección de secretario general y Congreso Ordinario, sin más demora y, sobre todo, sin aplazamientos al servicio de estrategias y ambiciones personales. H

* Militante del PSOE