La cotidiana perversión del lenguaje, utilizar frases o palabras con significados distintos al uso que se les da, es como un virus incurable fruto de la ignorancia, del mimetismo o "qué más da". Pero hay otra clase de perversión del lenguaje inculcada con intencionalidad política o comercial. Cultura, incultura. Progreso, retroceso. Democracia, telecracia. Tv pública, no del público, del Gobierno, etc. En la gala de los premios Goya se habló del excesivo IVA al cine que decían es cultura. Pensé en las verdaderas joyas cinematográficas pero también recordé tanta película donde la cultura se confunde con el éxito taquillero. Hay directores de cine verdaderamente cultos, sensibles, que no se doblegan ante empresarios que solo pretenden lograr beneficios a sus inversiones. Lo mismo podemos decir de los dueños de cadenas privadas de televisión. Pero el cultivo de la sensibilidad no es asignatura obligatoria hoy día, ni en la escuela ni en el hogar familiar. Para muchos, la cultura se reduce a saber manejarse en las redes sociales gracias a la tecnología o conseguir grandes audiencias para que llegue la publicidad. Decía Claudio Abbado que "la cultura es un bien común primario como el agua. La cultura permite distinguir entre el bien y el mal, juzgar a quien nos gobierna. Llegan al poder personas ignorantes". ¿Y para qué sirve la cultura?, se preguntan los pragmáticos del "qué más da". Estoy de acuerdo con la respuesta de Vargas Llosa: "Para enriquecer la vida de las gentes, darles una sensibilidad que les permita defenderse contra la adversidad".

* Periodista