Y ahora qué, hija mía? ¿Qué cuento de buenas noches te he de explicar hoy? ¿Tengo que seguir con las hadas y las princesas o te tengo que contar la verdad sobre el mundo en el que te ha tocado vivir? ¿Tengo que contarte la ley de tus abuelas? Aún no la conoces, esta ley, porque me juré a mí misma que ni te lo mencionaría, que tú ya eres de otro tiempo y no puedo ni insinuarte los decretos que regían tu origen remoto.

Pero ahora resulta que cinco hombres jóvenes, en la plenitud de sus fuerzas vitales, con las capacidades mentales normales, educados y criados en el siglo más nuevo que conocemos, los cinco se fueron un día a una ciudad de fiesta y desenfreno y una niña que hace dos días aún tomaba leche con colacao se cruzó en su camino. Con tan mala fortuna que los alegres chicotes confundieron su propio deseo con el de la chica y sin conocer ni su color preferido ni donde hizo la primaria, habiendo intercambiado con ella un par de frases, llegaron a la conclusión que lo que ella quería era ser penetrada por todos lados sin miramientos. Ya se sabe que las muchachas, aunque no lo confiesen, se mueren de ganas de ser arrinconadas en un portal y embestidas por doquier por cinco muchachotes de envergadura considerable.

Y si dijo que no era solo para disimular ya se sabe que las mujeres tienen la manía de negar sus deseos más profundos, más aún si son muchachas tiernas. He aquí que los bestias, que cuando se miran en espejo ven a un macho como es debido, tomaron la libre decisión de meter a una jovencita en el espacio de una portería para invadirla hasta el punto más profundo de la intimidad, allí donde pone que ser persona es tener derecho a conservar los límites del propio cuerpo para quien se quiera.

Y hoy un tribunal ha decidido que ese acto se parece más al del señor que te toca el culo en el autobús que a una violación. Porque la chica no se resistió bastante, porque no gritó ‘no’ tan fuerte como para que la oyeran los jueces, porque no se escapó entre las piernas de aquellos que la tenían cogida, porque no fue lo suficientemente rápida escondiendo el teléfono que le quitaron para que tardara un poco más a pedir ayuda. Lo que, por supuesto, demuestra que todo lo que pasó la jovencita lo quería, solo que al final, quién sabe, quién puede entender a las mujeres, tal vez se arrepintió y qué se va a hacer. Por eso estos intérpretes de la voluntad femenina saldrán dentro de siete años y continuarán yendo de fiesta como si nada, creyéndose legitimados a violar en grupo a una chica grabándolo todo en vídeo para perpetuar en el tiempo su dominio salvaje sobre no una, sino sobre todas las mujeres.

¿Y ahora qué, hija mía? ¿Qué cuento explicaremos hoy a oscuras? ¿Cómo tengo que enseñarte a huir de los lobos y de los ‘barbazul’ si ahora las fieras y los asesinos de mujeres no se esconden en los bosques? ¿Es que he de volver a explicarte la ley de las abuelas que dice cúbrete el cuerpo para no ser tomada, no pises los lugares desiertos y las calles oscuras para no ser engullida? ¿Tendré que decirte que ahora el mundo es más de los depredadores que de las mujeres porque la justicia nos ha dejado a la intemperie?

* Escritora