Pertenezco a una generación que tuvo la fortuna de cursar un Bachillerato donde todos los alumnos, entre otras materias, teníamos al menos dos años de Latín. En el segundo hacíamos traducciones de cierta entidad, y nos enfrentábamos a Julio César en su Guerra de las Galias, o a Cicerón en sus Catilinarias. En la primera de estas conocimos una frase muy citada: "Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?", que traducimos como: "¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?". No me interesa la realidad histórica de los hechos que condujeron a Cicerón a realizar esa afirmación, y que se inscriben dentro de las intrigas y conflictos de la República romana, me he acordado de ella por la expresión "hasta cuándo", convertida en un término recurrente cada vez que queremos dar a conocer nuestro hartazgo con respecto a una determinada situación.

A lo largo del verano me he planteado a veces esa pregunta, citaré algunos casos. Por ejemplo, hasta cuándo seguirá abierta esa línea de sangre y de injusticia de la franja de Gaza, en qué momento Israel acatará las resoluciones internacionales y cuándo se reconocerá un Estado palestino, poseedor al menos de los mismos derechos que condujeron, tras la segunda guerra mundial, a apoyar la creación de un Estado judío. Las escenas que hemos visto como consecuencia de las últimas acciones de guerra nos remiten a lo usual de los conflictos bélicos: personas que no saben en qué momento les puede tocar, y que ni siquiera encuentran protección en las escuelas de la ONU. Como escribió Chaves Nogales al hablar de la guerra civil española y de los bombardeos sobre Madrid, salir ileso es como jugar en la lotería, pero gana aquel al que no le toca.

Otro conflicto que no sabemos hasta cuándo pervivirá es el de Ucrania, donde de nuevo aparece la sombra de Rusia sobre el continente europeo, aunque sería simplista, y sin duda exagerado a la vez que equivocado, pensar que se pretende construir de nuevo una parte de Europa semejante a la de la zona comunista durante la guerra fría, pues las circunstancias son bien distintas, porque también lo son los intereses económicos, y porque antes no existían instituciones como las de la Unión Europea, con sus debilidades, pero también con sus posibilidades a la hora de acometer acciones conjuntas. Sí hay coincidencia histórica en que los planteamientos nacionalistas ucranianos tengan apoyo del exterior, ahora de Rusia, y en 1939 de Alemania, como escribió Joseph Roth: "Por mi actividad como reportero ocasional en Polonia y Rusia, sé que el gobierno alemán apoyó a los separatistas ucranianos en Polonia con armas, dinero y propaganda".

De nacionalismos también sabemos mucho en España, de modo que nos preguntamos hasta cuándo soportaremos las tensiones originadas por esas ideologías. Hace poco era la acción terrorista en el País Vasco, ahora la agresión llega de Cataluña, donde partidos políticos que han crecido y han aumentado su presencia social gracias al funcionamiento del Estado configurado al amparo de la Constitución de 1978, ahora plantean un ataque frontal a las normas de ese Estado de Derecho. Olvidan que las instituciones autonómicas catalanas forman parte de la estructura del Estado, y en consecuencia lo que han mantenido durante años ha sido una actitud de deslealtad con respecto a las formas democráticas comunes. Mayor confusión aún genera el hecho de que en determinados sectores socialistas, comunistas o de nuevos partidos se mantenga aún la peregrina tesis del derecho a decidir, como si Cataluña, al igual que el resto de España, no llevara años adoptando decisiones.

Y para quitar seriedad y trascendencia, la pregunta se puede plantear en positivo, no como un rechazo a lo existente: ¿hasta cuándo se mantendrá el Córdoba en Primera?

* Historiador