El Papa emérito Benedicto XVI nos cuenta en su libro Juan Pablo II, mi amado predecesor, una deliciosa anécdota, «el día en que el Premio Nobel, Bob Dylan, cantó para Juan Pablo II», en Bolonia. Fue en el vigésimo tercer Congreso Eucarístico de 1997. El Papa se veía cansado, exhausto. Comenzaba un concierto, en el marco del Congreso, donde se habían reunido trescientas mil personas para el espectáculo en el que, junto a Andrea Bocelli, Lucio Dalla y Gianni Morandi, entre otros, se presentaría Bob Dylan. «En ese mismo momento, continúan las memorias de Ratzinger, llegaron las estrellas Bob Dylan y otros cuyos nombres no recuerdo». La preocupación de Ratzinger por la presencia de Dylan en el evento era real, y obedecía a razones bastante comprensibles. La presencia de Dylan en aquel escenario era una noticia que, para los medios internacionales, era incluso más trascendente que el propio Congreso: Dylan, de familia judía, había pasado por sucesivas crisis de fe que le habían hecho acercarse al catolicismo. Sin embargo, de acuerdo a Ratzinger, Juan Pablo II y Bob Dylan «tenían un mensaje totalmente diferente. Había razones para tener reservas --y todavía las tengo-- acerca de si realmente fue correcto permitir que esta especie de profeta apareciese en el escenario». Para Ratzinger, Dylan era el profeta de la contracultura, a pesar de que el propio cantautor más de una vez se resistiese a ser identificado con semejante etiqueta. Pero Wojtyla parecía tener una opinión distinta a la de Ratzinger a propósito de Dylan. El cantautor incluyó en su concierto uno de sus temas emblemáticos: Soplando en el viento. El coro del tema insiste una y otra vez en que «la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento». Al dirigirse a la juventud en Bolonia, Juan Pablo II usó el tema de Dylan como referencia. «Un representante de ustedes», dijo, refiriéndose a Dylan, que la respuesta a las preguntas de la vida «está soplando en el viento». ¡Es verdad! Pero no en el viento que sopla y se lleva todo en remolinos vacíos, sino en el viento, que es el aliento y la voz el espiritu, una voz que llama y dice «ven». Me han preguntado, --prosiguió, citando la letra del tema de Dylan--, «¿cuántos caminos debe caminar un hombre antes de que puedan llamarlo propiamente hombre? Respondo ¡uno! Hay solo un camino para el hombre, y ese amino es Cristo, quien dijo «Yo soy el camino», Él es el camino de la verdad, el sendero de la vida». Aunque es sabido que Dylan habla algo de italiano, lo que no se sabe es si escuchó o entendió el comentario de Juan Pablo II sobre su canción. En todo caso, cuando subió al escenario después de la intervención de cierre de la jornada del Papa, Dylan terminó su concierto con su propia especie de bendición, tocando Por siempre joven, que comienza diciendo: «Que Dios te bendiga y te guarde siempre».

* Sacerdote y periodista