Decía Santiago Rusiñol que engañar a los hombres de uno en uno es más difícil que engañarlos de mil en mil. También decía que "una revolución es el triunfo de los ambiciosos de abajo contra los perezosos de arriba". Estas máximas son aplicables a fenómenos como los del pequeño Nicolás, Podemos o el procés . ¿Por qué un chaval logra el desmentido de la Zarzuela, el Gobierno y el CNI? La reacción inmediata de las altas instancias da verosimilitud a un relato que, hasta ahora, nos tomábamos a cachondeo. Entonces se plantea la duda: si este sainete es posible, ¿qué no lo es?

El descrédito político, la falta de transparencia y el cutrerío hacen que, en estos momentos, cualquier teoría valga, por descabellada que sea. Un ejemplo. Para Artur Mas, la independencia de Catalunya es más un símbolo que una revolución: quiere un cambio de banderas, pero no de poderes ni de sistema. Su ambición no es, desde luego, la de los de abajo. ¿Podría ser que este rifirrafe con la Moncloa estuviera inicialmente pactado para dejar en un segundo plano a ERC, la gran amenaza tanto para el PP como para CiU? Otro ejemplo. Algunos se quejan de que se le da demasiado bombo a Podemos. ¿No será esta saturación una estrategia para provocar el hartazgo del votante, que les pillará manía antes de las elecciones? Independentismo y Podemos enarbolan una idea o ideal que oculta su ideología. Tienen buenos argumentos para una política dudosa. Los de arriba, perezosos, se limitan a la negación y los desmentidos. Su incompetencia es más increíble que las hipótesis estrafalarias.

Aceptar que pueda haber algo de verdad en los tejemanejes del pequeño Nicolás equivale a aceptar que todo es una patraña. Y que cualquier disparate es posible.

* Periodista