La pregonera de la Semana Santa de Córdoba, María José Sánchez Ruiz, alzó anoche su voz y su corazón para anunciar solemnemente, desde la orilla de la fe, el drama de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, con su mirada de mujer cristiana comprometida y sus sentimientos de cofrade de a pie. El pregón es anuncio, pero también llamada a participar en lo que se anuncia y a vivirlo al compás de una religiosidad popular, conectando, entre sentimientos y latidos, la cruz con el pueblo y el pueblo con la cruz. María José se lo dedicó a su padre, aquel querido compañero en la emisora La Voz de Andalucía, Manuel Sánchez Romero, con quien compartí, hace ya tantos años, afanes y tareas, pero sobre todo, una noble y cordial amistad que las viejas generaciones conservamos siempre en el corazón. La pregonera de este año habia elaborado un pregón sencillo pero muy hermoso, basado en la fe, en el compromiso, en la familia, en sus sentimientos más hondos y en sus vivencias más clarividentes. Con el pregón de Semana Santa, la Cruz aparece en el escenario de nuestras calles, pero no como un acontecimiento más que nos viene del pasado sino como un acontecimiento decisivo en el que Dios salva a la humanidad. Por eso, la vida de Jesús de Nazaret, entregada hasta la muerte, nos revela el camino para liberar y salvar al ser humano. La cruz nos revela, en primer lugar, que es importante «cargar con el pecado». Por supuesto que hay que eliminar el mal y la injusticia, hay que combatirlos de todas las formas posibles, pero hemos de estar dispuestos a cargar con ese mal hasta donde haga falta. Jesús redime sufriendo. Solo quienes se implican hasta sufrir el mal en su propia carne humanizan el mundo. La cruz nos revela, además, que el amor redime de la crueldad. Muchos dirán que lo importante es la defensa de la democracia y de sus valores, ¿para qué queremos el amor? Para ser sencillamente humanos. Se olvida que la misma Ilustración basó la democracia sobre «la libertad, la igualdad y la fraternidad». Hoy se insiste mucho en la libertad, apenas se habla de igualdad y no se dice nada de la fraternidad. Cristo redime amando hasta el final. Una democracia con amor fraterno no nos llevará a una sociedad más humana. La cruz revela también que la verdad redime de la mentira. Se piensa que, para combatir el mal, lo único importante es la importancia de las estrategias. No es cierto. Si no hay voluntad de verdad, si se difunde la mentira o se encubre la realidad, se está obstaculizando el camino hacia la reconciliación. Cristo redime dando testimonio de la verdad hasta el final. Solo quienes buscan la verdad por encima de sus propios intereses humanizan el mundo. Nuestra sociedad sigue necesitando urgentemente amor y verdad. Indudablemente hemos de concretar sus exigencias entre nosotros, pero concretar el amor y la verdad no significa desvirtuarlos o manipularlos, y menos aún eliminarlos. La Cruz baja a la tierra, para que la tierra suba a las alturas, contemplándola como trono de amor y sede de esperanza. El mundo será siempre de los crucificados. Porque el Crucificado por excelencia tiene un puñado de resurrección para todos nosotros.

* Sacerdote y periodista