En estos días, en los que hechos e ideas se agitan convulsos buscando ocupar la Historia, ¿hay lugar para el relato pequeño, para la crónica de sucesos amables vividos por hombre y mujeres sencillos que, como dijo Unamuno, son los que construyen la intrahistoria, esa esencia del vivir? Creemos que sí. La vida tiene también rostros risueños en los que se entona el himno de la alegría y la hermandad de los hombres. Así es que, aprovechando el 250 aniversario de la proclamación del Fuero de las Nuevas Poblaciones, uno de esos momentos se vivió estos días en La Carlota, con ocasión del hermanamiento de esta villa cordobesa con el pueblo bávaro de Konzell.

Del municipio de Konzell, era Johann Kaspar Thürrigl, quien tuvo a su cargo la propaganda en el corazón de Europa para la colonización de estas nuevas poblaciones. Thürrigl, al servicio de Carlos III, prometía en un panfleto que esos colonos arribarían al puerto de la felicidad, una tierra con palmeras y sol resplandeciente donde los cerdos se alimentaban con naranjas. Atraídos por esa arcadia del sur, los septentrionales se embarcaron por miles en esta aventura y hoy viven, si no todos felices (nadie puede serlo del todo), sí todos españoles. Como nadie es profeta en su tierra, no obstante, de Konzell no vino ningún colono, pero los 37 alemanes que aterrizaron estos días en La Carlota para el hermanamiento, vestidos con sus trajes regionales y mezclados con carloteños de la misma guisa indumentaria, estaban tan contentos como si por aquí tuvieran descendientes. No solo los alemanes se costearon los pasajes de avión y el hospedaje, sino que consumieron abundantemente la cerveza que se servía en las carpas de un bulevard atestado de gentes locales y visitantes atraídos por los actos organizados por el ayuntamiento. Fue su Octoberfest y una gran fiesta para todos.

Oficialmente, hubo discursos del alcalde, don Antonio Granados, del alcalde de Konzell, el señor Friedrich Fuchs, de la concejala de Turismo, doña Carmen Suanes, alma mater del proyecto, y del cronista oficial, don Adolfo Hamer, y se pasó al intercambio de regalos, entre ellos la historia en español de Gaspar Thürrigl, escrita por un descendiente de su hermano. Finalmente, se descubrió la placa que dará nombre a la Plaza Konzell y la banda municipal del pueblo interpretó el himno andaluz. Se alzaron vibrantes las voces por una Andalucía libre, por España y la Humanidad. Entre el público se encontraba la delegada del Gobierno en Córdoba, doña Rafaela Crespín, y otros ilustres vecinos entre los que quisiera mencionar a la señora Ana Romero, quien a sus 92 años lee el Diario CÓRDOBA todos los días, y a sus acompañantes Pilar Rodríguez y Toñi Carmona. Los de Konzell trajeron su propia banda de música y sorprendía ver a su alcalde, el señor Friedrich Fuchs, tocando la tuba o la trompeta amenizando con polkas el bulevard. Y, como yo le hiciera saber lo inusual en nuestro país de políticos músicos, me respondió divertido que él sería músico aunque no fuera alcalde.

Así es cómo, al tiempo que en Cataluña se encendía la discordia, en Córdoba se iluminaba Medina Azahara y en un pueblo de nuestra campiña brillaba la hermandad entre dos pueblos en su pequeña historia.

* Comentarista político