Se ha celebrado el primer Memorial Jesús López Serrano en el Coto El Toril, de Juan Manuel Durán, allí se dieron cita los aficionados andaluces.

Nos encontramos con El Niño Estrella --Fernando Baena Hidalgo-- y su nieto, que fueron ganadores del primer memorial con la perra Barcina Curra. Aquí había que decir que los niños son como el cemento fresco. Cualquier cosa que les caiga deja huella.

Si un rey quería quedar bien con su homólogo vecino, le regalaba un galgo o un halcón. Hoy los regalos son otros. Proyectos cargados de hormigón para ocupar la tierra que pisamos, o coches que contaminan. En ocasiones sin acierto, porque el regalo se convierte en un búmeran. Unos inundando nuestro habitats y otros contaminando.

Para poner freno a tanta aceleración, recomiendo ponerse un calzado que cuando pisemos la tierra cruja, a manera de caricia, porque gracias a ella y a la caza, estamos aquí.

El presente de esta afición que practico es que a las 7 de la mañana me pongo el calzado que tengo y me voy a mi ruta del colesterol, que es la de la caza de liebres con galgos. No todos los días (que me gustaría), pero sí cada fin de semana. Pues se trata de una de las más nobles de la caza menor, hay días que cazo y otros no. Esta práctica equilibra la naturaleza. Pues mi arma es el galgo y su rival la liebre. Y como siempre ha sido sobreviven los más fuertes. Si alegría nos da cuando nuestro galgo o podenco nos trae la liebre, no es menos cuando por pies se le va (sobre todo al galgo de mi amigo). Veo que a la liebre ida se la aplaude. Algo así como cuando mi portero favorito le para un penalti a Messi. Y hablando de goles. Nos pasa a los cazadores de galgos como al espectador de un partido de fútbol. Hay un tiempo de expectación, hasta que se produce la jugada del gol. Lo mismo nos pasa cuando vemos la liebre en la cama después de tres o más horas andando y salta. Si se va que se vaya.

<b>Manuel Márquez Jiménez. Aficionado de Montilla</b>

Montilla